Una partida demasiado segura.
En un momento particular de El Inventor de Juegos (The Games Maker, 2014), el héroe de la historia es recriminado por causas poco ortodoxas. Ya separado de su familia e internado en el lúgubre colegio Possum, el pequeño Iván Drago (David Mazouz) sigue intrigado por el rompecabezas de su tatuaje, símbolo de su misteriosa habilidad para crear diversiones y nexo a la trágica desaparición de sus padres, cuando es advertido por el principal del lugar. ¿Por qué? Es que, desde su llegada ocurrida una semana antes, todos los chicos están empezando a jugar de forma más alegre, haciéndolo quedar como una amenaza para la estricta institución. Pero hay un inconveniente, y no ocurre dentro de la pantalla: nosotros no vimos nada de eso, porque la semana fue saltada en un fundido a negro tras las escenas de su primer día en el lugar. Como una premonición accidental, eso resume la intención y los resultados de un film que, si bien tiene a su disposición los elementos necesarios para dejar una marca, se pierde en la generalidad del género.
No es que nadie haya intentado. A la hora de adaptar el libro escrito por Pablo de Santis en 2003, el director rosarino Juan Pablo Buscarini (Cóndor Crux, El Arca) llevó a cabo una labor monumental para llegar a filmar una producción que respetara la escala del material original, logrando una co-producción entre Argentina, Italia, Canadá y Colombia con idioma anglosajón, elenco internacional y visión de estreno masivo, aunque con el corazón en su tierra patria, filmando en locaciones de Buenos Aires, Pilar, Tigre y La Plata. Es por eso que, mientras transcurre este relato atemporal sobre un chico con un destino de gloria como inventor de juegos lidiando con un juego por una fuerza malévola, existe una sincera diversión en ver como se transformaron lugares como el Parque de la Costa y la República de los Niños en un gran contexto libre del espacio y del tiempo a través de un muy buen trabajo técnico, encontrando el look de cuento al expandirlos a escondites de villanos más grandes que la vida y ciudades legendarias, algo que encaja con la mirada nostálgica por el viejo relato fantástico y el juego manual.
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Pero donde no cierra eso es en el relato mismo, donde las partes usadas para jugar se vienen repitiendo desde hace bastante. Como en tantos otros relatos de jóvenes humildes con habilidades especiales ocultas que tienen que descubrir su lugar antes de que aparezca un enemigo poderoso, El Inventor… no se distancia, apurándose a través de la fórmula sin tener tiempo para establecer alguna impresión propia. Vimos todo esto antes: héroes precoces e inseguros de sus destinos, mentores distanciados, aliados inseparables, amenazas colosales y confiadas. Pero el modelo puede funcionar, y aún lo hace… excepto en este tipo de obras, que están tan preocupadas en la apariencia exterior de sus mundos mágicos que se olvidan del elemento más importante: seres que respiren y vivan a través del lugar. No comprenden que la personalidad es el verdadero hechizo, y la clave al interés por esas antiguas piezas empolvadas.
Esa falta se ve también en la coraza de las actuaciones, y ocurre con la mayoría del elenco adulto. El caso principal es Morodian, villano interpretado por Joseph Fiennes, que cuenta con un pasado atractivo: Tras la huida de su madre adultera y la muerte de su padre, el trastornado hijo se volvió un productor de juegos nihilistas, que armó una compañía en contra de su anterior pueblo. Uno creería que, con esa historia de fondo, se abrirían muchas posibilidades interesantes. Pero no, al final sólo es una mala imitación del Willy Wonka de Johnny Depp en la remake Charlie y la Fábrica de Chocolate. Lo mismo pasa con la mayoría de los grandes, excepto por Ed Asner y Alejandro Awada (quien antes puso su voz para Buscarini como el protagonista de El Ratón Pérez), quienes no tienen mucho material para aprovechar. En comparación, el elenco infantil los pasa por arriba de forma sorpresiva. Como la figura central, Mazouz (estrella de la serie Touch y próximo Bruce Wayne en el show Gotham) deslumbra en su primer rol cinematográfico, demostrando un carisma innato y una confidencia asegurada haciendo del perseverante Iván. Y no es el único, ya que viene acompañado por una amiga invisible, Anunciación (Megan Charpentier), con quien expresa mayor interés que el resto del elenco junto.
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Es el interés de un niño lo que mantendrá en una buena posición a El Inventor de Juegos, con la audiencia pequeña logrando atravesar las gastadas aguas de esta producción. Para los que ya vimos esta historia demasiadas veces, el aspecto técnico será lo único a destacar en este producto, que carece de la imaginación de sus protagonistas.