La metáfora del juego y la actividad lúdica como manera de existencia. El esforzarse por sobresalir y comprender que en el intento, uno puede plasmar mucho más que una idea.
Estos son tan sólo algunos de los conceptos con los que trabaja Juan Pablo Buscarini en “El inventor de Juegos” (Argentina, Canadá, Italia, 2014). Basada en la exitosa novela de Pablo de Santis y protagonizada por actores de diferentes nacionalidades, el filme logra imponer una estética y una narrativa clásica en un género tan difícil como lo es el de aventuras para niños.
“El inventor…” cuenta como un joven llamado Ivan Drago (David Mazouz) comienza a relacionarse con el mundo de una manera diferente. El punto de inflexión será cuando desatienda una máxima de su hogar: “nada de juegos de mesa en la casa”.
En este caso no es que decidirá jugar con algún tablero que lo transporte a lugares inimaginados, sino que comenzará a diseñar estrategias para juegos propios y así ganar el premio al mejor inventor de juegos de una antigua empresa.
Luego de miles de intentos y de comenzar a superar etapas de selección, un día su madre le lleva el sobre a su cuarto con la noticia que ha sido el escogido entre miles de participantes. El premio, un tatuaje temporario. Indignado con él, Iván no comprende cómo luego de tanto esfuerzo, un mero tatuaje sea considerado como la recompensa ideal para alguien que ha puesto tanta dedicación y esmero por sobresalir en la industria del entretenimiento.
Mientras aún procesa esa información, sus padres inexplicablemente desaparecen de la faz de la tierra arriba de un globo aerostático por lo que Iván es confinado como pupilo a una escuela en la que el orden y el respeto jerárquico sólo irrumpen como amenaza a la cotidianeidad infantil.
En el colegio conocerá a Anunciación (Megan Charpentier), una niña con la capacidad de disfrazarse y desaparecer a demanda, que será su aliada para que Iván pueda adaptarse a un ambiente hostil en el que intentarán excluirlo por aquel tatuaje famoso que le otorgaron.
Pero todo se volverá más extraño cuando luego de hundirse en medio de un pantano, el colegio desaparece e Iván escapa, para tratar de conseguir respuestas en la misteriosa fábrica de juegos Morodian.
Al tratarse de una trampa, gestada por el malvado Morodian (Joseph Fiennes), que sólo hizo que Iván caiga en sus redes a través de simples señuelos que fue regando en todo el proceso de “cooptación” del niño a la empresa, el niño verá como sus sueños se truncan.
Pero mientras intenta escapar de allí, recibirá una revelación, en ese esfuerzo con el que inventó tantos juegos, que lo llevaron a la final del concurso no hay más que la continuación de una estirpe de inventores que surgen con su abuelo (el increíble Ed Asner) y que a pesar que una profecía daba por muerto el linaje, continúan en él.
Allí la película virará hacia el intento del niño y su abuelo por desenmascarar al cruel Morodian para poder así liberar a todo el mundo de la opresión y el control que a través de los juegos ejerce sobre la ciudadanía y saber qué pasó realmente con sus padres.
Buscarini logra un tempo ideal para este tipo de filme, como así también las atmósferas necesarias para que la idea de De Santis sea transpuesta casi al pie de la letra y con un nivel de producción impecable para el cine nacional.
Historia de amistad, concreción de sueños, respeto por la familia y repleta de valores como la honestidad, la pasión y el esfuerzo, “El inventor de juegos” es una buena opción para entretener y a la vez demostrar que en el país se pueden realizar productos de fórmula con calidad y oficio y ganar mercados internacionales.