El tatuaje imborrable
El protagonista de estas aventuras tiene nombre de luchador, se llama Iván Drago, como el boxeador de Rocky, pero aquí se trata de un flacucho y pálido niñito de 10 años que se aburre mucho con las opciones de entretenimientos y actividades deportivas que le propone realizar su padre, hasta que por azar encuentra en una revista un concurso para inventar juegos de mesa. Con creciente placer, descubre que es capaz de crearlos sin dificultades y logra quedar seleccionado entre miles de aspirantes, aunque no puede contárselo a su progenitor, quien más bien busca apartarlo de esas aficiones. Progresivamente, ayudado por la comprensión de su madre, alcanza el premio principal: un tatuaje imborrable en el que se encuentra la clave para una serie de asombrosos descubrimientos acerca de su familia y su vocación.
La gran búsqueda se inicia con la desaparición de sus padres y la inesperada condición de huérfano que lo lleva a un siniestro internado, donde seguirá las pistas que se suceden y derivan en suspenso continuo por claustros antiguos, una ciudad fantasma y una prodigiosa fábrica de juegos que encierran inquietantes secretos.
La película esencialmente es un recorrido por las típicas utopías del imaginario infantil, del que mucho conoce el escritor Pablo de Santis, en cuya novela está basado el guión que tiene el mérito de llegar al difícil sector infanto-juvenil integrado por preadolescentes. La geografía y el tiempo de la historia se deslizan -como un cuento de hadas- en una dimensión de lo maravilloso, común y universal. Además, como en todo relato tradicional, tendrá ayudantes y oponentes sobre los que se impone un temible villano: Morodian, el creador de la Compañía de los Juegos Oscuros.
Del lado de Iván (David Mazouz) se encuentra su abuelito Nicolás (Ed Asner), cuyos sabios consejos siempre giran en torno a los juegos de mesa, capaces de enseñar destrezas para desenvolverse en la vida y forjarse en la lucha para ser un ganador, resolver enigmas y despejar dificultades.
Ambicioso, fascinante y oscilante
El realizador Juan Pablo Buscarini cuenta en su haber con películas de animación como “El ratón Pérez” (2006) y “El arca” (2007); en este caso, sube la apuesta con una coproducción internacional totalmente rodada en Argentina (en locaciones como La República de los Niños en la ciudad de La Plata y otras del Gran Buenos Aires) pero con la mayor parte del elenco norteamericano o europeo, diálogos en inglés y doblados al español. Otro punto fuerte es el elenco: David Mazouz, conocido por la serie “Gotham”, transmite naturalmente la inteligencia, fragilidad y valentía que definen al protagonista infantil. Lo acompaña un interesante plantel de secundarios, sobre todo Joseph Fiennes como el principal villano, en un papel atípico para el actor de “Shakespeare apasionado”. Por el lado de Argentina, aunque aparece en pocas escenas, se destaca Alejandro Awada, interpretando a una especie moderna del mitológico Vulcano en el inframundo de la fábrica de juegos oscuros.
Por momentos, las transiciones entre los distintos aspectos de la historia parecen un poco abruptas o forzadas, en un montaje donde los personajes hablan demasiado rápido, aportando mucha información. Tampoco ayuda que no haya un considerable momento de distensión a lo largo del desarrollo de la trama donde no caben respiros para explayar sentimientos, más allá de la curiosidad ante las llamativas peripecias del joven protagonista.
A pesar del imponente trabajo escenográfico y un diseño de lujo, realzados por la atractiva fotografía, la película luce estilizada pero sin una impronta autoral fuerte: se parece un poco a la saga de Harry Potter, otro poco a la fantástica fábrica de chocolates de Tim Burton y hasta a “La invención de Hugo” de Martin Scorsese.
Si en términos visuales “El inventor de juegos” se ubica entre lo más osado y fascinante que el cine nacional haya conseguido en el campo específico de lo infanto-juvenil, a nivel narrativo la película no logra fluir ni seducir como para convertirse en un entretenimiento incuestionable. Más allá de pasajes atrapantes y de logrado lirismo, por momentos impresiona como algo distante y mecánico, aunque siempre funciona como una muy buena opción para que los niños vayan al cine a ver un entretenimiento de calidad aunque no sea extremadamente memorable.