-Tras un breve pero muy exitoso recorrido por festivales internacionales (viene de ganar el Premio Especial del Jurado y el de fotografía para Ramiro Civita en San Sebastián; y los de Mejor Actor para el chileno Alejandro Sieveking y de la crítica francesa en Biarritz), se estrena en 23 salas una de las óperas primas argentinas más convincentes de los últimos tiempos. Mezcla de drama rural con ínfulas documentalistas, western moderno y ensayo sobre las diferencias generacionales y de clase, se trata de un film riguroso, subyugante y descarnado a la vez.
Muchas películas se han filmado en la Patagonia, pero pocas han logrado transmitir la sensación de desolación y desamparo como Emiliano Torres en El invierno.
Tras una extensa trayectoria como asistente de dirección de, entre otros, Marco Bechis, Daniel Burman, Enrique Piñeyro y Albertina Carri, Torres incursionó en la realización con una película bella, austera y desgarradora a la vez que lo muestra como un cineasta de una solidez y una madurez infrecuente para un debutante.
La trama tiene como eje a dos personajes: Evans (el chileno Alejandro Sieveking, visto en El Club, de Pablo Larraín) es el viejo capataz de una estancia de Santa Cruz dedicada a la esquila de ovejas. Hasta allí llega Jara (Cristian Salguero, toda una revelación), un joven del norte que se muestra mucho más dúctil, inteligente y avispado que el resto de la peonada. Entre ambos se va creando una relación que va de la curiosidad a la fascinación y de la sospecha a la tensión. Cuando el encargado del lugar (el siempre convincente Pablo Cedrón) le informa a Evans que los dueños prescindirán de sus servicios y luego le ofrecen ese lugar a Jara, ese resquemor entre ambos se transformará en algo más que una amenaza latente.
El invierno tiene un conflicto básico, pero múltiples subtramas y subtemas trabajados sin subrayados. Es una película con varias capas y distintos niveles de lecturas. Nada es del todo evidente ni se da por sentado y eso enriquece las interpretaciones.
En el film se exponen desde las contradicciones generacionales hasta la explotación de los trabajadores rurales, el aislamiento del sur profundo con mucho alcohol, prostitución y violencia contenida (hasta que explota), las diferencias de clases y la irrupción del capitalismo salvaje (inversores locales y extranjeros) que pueden cambiar el rumbo del lugar y de su gente sin ningún tipo de contemplaciones. En ese sentido, la película es brutal tanto en la forma como en el contenido.
Torres logra cohesionar el trabajo de intérpretes de vasta trayectoria con otros no actores y regala en colaboración con el director de fotografía Ramiro Civita (Garage Olimpo, Tornando a casa, El abrazo partido, La ragazza del lago) fascinantes imágenes de una belleza nunca ostentosa registradas en El Chaltén, El Calafate y Río Gallegos (el clima inhóspito, las planicies y montañas nevadas son parte fundamental, un “personaje” más de la narración) y que en varios pasajes remiten al western (la trama también tiene elementos ligados a ese género). Hay además una sabia construcción del suspenso con Jara intentando sobrevivir sólo frente a los peligros y amenazas del afuera hasta que llegue la primavera.
Rigurosa, por momentos árida como la geografía del lugar, El invierno es una película construida con inteligencia, convicción y talento que nos transporta a un mundo con reglas propias, casi al margen de estos tiempos modernos. Es un viaje a lo desconocido que vale la pena transitar y conocer.