La trama nos sitúa en un lugar de la Patagonia sin: luz eléctrica, agua corriente y wi fi; uno de los personajes es el paisaje, otro es un hombre entrado en años, mucho logra transmitir en una zona inhóspita, con ese viento que sopla continuo durante todo el metraje que cobra intensidad como las vidas de sus pobladores. Este hombre ha trabajado por décadas en el lugar y un día es despedido por el dueño. El rostro de ese hombre y su soledad resulta demoledora, su mirada perdida en medio de la nada, su vacio es total, a través de ciertos elementos a los espectadores nos transmite sus sentimientos. Un interesante plano secuencia donde él mira ese barco oxidado y desgastado, se asemeja a él. Por otro lado vemos un hombre joven que llega al lugar a trabajar allí y es quien reemplazará al anciano. Además muestra la desolación, el alcohol, la prostitución y la explotación de los trabajadores de la zona. Diferentes clases sociales, asfixiadas por el capitalismo feroz. Los personajes también son parte del panorama. La fotografía es impecable de Ramiro Civita (Garage Olimpo, El abrazo partido). Pablo Cedrón en un personaje muy sólido y el resto de las actuaciones son buenas. Esta es la ópera prima de Emiliano Torres y ya ha ganado varios premios.