Se estrena El irlandés, el esperado nuevo film de Martin Scorsese que lo reúne después de 25 años con Robert De Niro y Joe Pesci. El resultado es una producción ambiciosa que narra, fiel a la estética del realizador de Buenos Muchachos, 50 años de la vida de un asesino a sueldo.
“No esperen ver Buenos muchachos, ni Casino. El irlandés se inscribe en una etapa más reflexiva y existencial de Martin”. Esta fue la advertencia que hizo Jane Rosenthal, productora del film, semanas antes del estreno mundial en el Festival de Cine de New York. Y hay que admitirlo, por más que uno ame la saga mafiosa de la dupla Scorsese/De Niro, que arranca en 1974 con Calles salvajes, El irlandés encuentra al dúo en una etapa mucho más madura de sus vidas.
Mucho se hizo esperar este reencuentro. El rodaje se postergó numerosas veces debido a la falta de presupuesto. Al final, Netflix puso el dinero necesario para terminar con la etapa de postproducción que incluía el rejuvenecimiento y envejecimiento digital de su protagonista. Finalmente, son pocos los espectadores que la van a poder en pantalla gigante porque, debido a las leyes de distribución, ninguna cadena multinacional de salas acepta el acuerdo de proyectarla casi simultáneamente con el estreno en forma de streaming de la empresa que financió el film. En Argentina se va a exhibir en 50 salas, pero sólo tres en toda la provincia de Buenos Aires y Capital (Devoto, Ezeiza y La Plata). También es determinante la duración inusual de tres horas y media, que no permite que haya demasiadas funciones diarias.
Toda esta burocracia extracinematográfica, sumada al reencuentro de Scorsese con sus tres actores fetiches (De Niro, Pesci y Keitel, su primer intérprete) y, además, contar por primera vez con Al Pacino, interpretando nada menos que a Jimmy Hoffa (histórico gremialista estadounidense, desaparecido “misteriosamente”), generaron que El irlandés sea la propuesta más atractiva y que más expectativas ha provocado entre el público cinéfilo durante el 2019. Así que la pregunta es… ¿el film cumple?
Sí, pero como dijo Rosenthal no esperen un relato épico como Buenos muchachos, ni una obra maestra a la altura de los clásicos de Scorsese. O quizás sea necesario que pase un poco el tiempo y se vuelva a ver varias veces para considerarla como tal.
El irlandés narra la vida de Frank Sheeran (un De Niro, sobrio, frío, contenido, su mejor interpretación en décadas), veterano soldado de la Segunda Guerra Mundial, devenido en camionero de Brooklyn. Diversas circunstancias lo terminan asociando con Russell Bufalino (maravilloso Joe Pesci, cada minuto en pantalla es una clase de actuación austera y humana), capo de la mafia italiana, que contrata a Sheeran como su mano derecha y principal matón. Durante la primera hora, Scorsese va construyendo, en base a numerosos flashbacks que deconstruyen la linealidad temporal, la relación de amistad entre ambos personajes. Fiel al estilo de sus más famosas obras sobre gángsters, el film está narrado en off por Sheeran, con pequeños aportes de Bufalino.
Después de esta introducción donde el espectador va armando la vida y personalidad del protagonista, Scorsese presenta a Sheeran con Jimmy Hoffa (un Pacino desbordante, por momentos honesto y genuino como hace rato no se lo veía, por momentos, el mismo Pacino caricaturesco de El abogado del diablo) y, desde ese momento, el sindicalista toma el absoluto protagonismo de la historia.
Con El irlandés, Scorsese vuelve a meterse en un terreno que le sienta cómodo: la relectura crítica de la historia estadounidense, especialmente de la violencia en la misma. Con la diferencia de que en esta oportunidad, los asesinatos (que sí, son muchos pero no tan sangrientos y Scorsese los filma en plano secuencia de forma única) no toman tanto protagonismo como las extensas secuencias de diálogo, donde Hoffa debe defenderse y negociar con políticos (los Kennedy) y la mafia italiana.
Scorsese, ingeniosamente, aporta mucha ironía, sarcasmo y humor para generar que varias escenas, un poco densas narrativamente, sean entretenidas. Porque, más allá de que no tiene el ritmo de sus films más reconocidos, las primeras dos horas y media no dejan de ser muy divertidas y disfrutables. En la última hora, la narración se torna más oscura, y el relato se toma un poco más de tiempo para desarrollar los conflictos internos del personaje, como la traición, la aceptación de la muerte y la distancia familiar.
El irlandés, indudablemente, es un film complejo y lleno de capas. El guión de Steve Zaillian es una gran caja china que no busca la empatía absoluta (similar a lo que sucedía en Buenos muchachos con Henry Hill) y termina siendo mucho más existencial y melancólico de lo esperado. La densidad del material está completamente justificada porque muestra el lado más oscuro y menos atractivo del cine de gángsters.
No hay un rubro técnico que no se destaque. Desde la fotografía de Rodrigo Prieto hasta el montaje de Thelma Schoonmaker, cada detalle parece calculado. No falta ninguna marca estética de Scorsese. El efecto rejuvenecedor de De Niro es, por momentos, extraño (especialmente cuando está frente a un personaje que no lo tiene), pero después el ojo se acostumbra. Y salvo por algunos momentos desbordantes de Pacino (que igualmente tiene una nominación al Oscar asegurada), el elenco está impecable (también está muy bien Ray Romano). Es destacable lo de Anna Paquin, con una pequeña participación, clave y contemplativa. Algunos opinólogos consideran machista que el personaje tenga una sola y sintética línea de diálogo (la propia actriz defendió el punto de vista de Scorsese), pero lo cierto es que su participación no tendría el impacto dramático y artístico que tiene si tuviera más texto. Incluso en ese aspecto, el control de Scorsese sobre su obra es impecable.
Ambiciosa, densa, extensa, pero llena de matices, con actuaciones notables de un elenco que hacía mucho no tenía personajes tan complejos para mostrar su inagotable talento, El irlandés es una obra entretenida, pero que también da pie a reflexiones y análisis profundos sobre la humanidad, la vida, la muerte y la historia estadounidense. Quizás no esté a la altura que muchos esperan de ella, pero tampoco es una producción en la que Scorsese pareciera imitarse a sí mismo. Esta es la obra de un director autor contemporáneo consciente de la etapa artística que atraviesa y que, por más que se financie mediante Netflix, sigue filmando para la sala cinematográfica, donde El irlandés se disfrutará como se merece.