El jardin de la clase media

Crítica de Cristian A. Mangini - Fancinema

PURAS MALEZAS

El jardín de la clase media está mal, a tal punto que lo más interesante que tiene es el título, que por otro lado nace de la creatividad del autor de la novela original, Julio Pirrera Quiroga. La novela policial editada en 2004 ya tenía algunos problemas pero lo de esta ópera prima de Enrique Inzaghi está muy por debajo de cualquier expectativa cinematográfica por mejorarla, de hecho, la empeora. Esta suerte de policial negro plagado de estereotipos, burdo para manejar el subtexto, con fotografía publicitaria y un guión con líneas de diálogo murmuradas torpemente y algunas actuaciones embarazosas (que, en general, es culpa del guión antes que de la calidad interpretativa del elenco) tiene correlación, al menos en el cine (en televisión esta mediocridad ha pululado con más frecuencia), con el paupérrimo cine de Emilio Vieyra. Y sin embargo, hay en la película de Inzaghi un cuidado por los apartados técnicos que Vieyra no solía tener, lo cual ni siquiera le va a dar la fórmula de cine serie B.

La película, que arranca entre varias elipsis y la narración de cómo un candidato llega finalmente a un cargo de la cartera de medio ambiente, da lugar inmediatamente a un montaje paralelo entre un asesinato y una violación, eventos que son el disparador de todo lo que sucede y conmueve la vida del mencionado funcionario (Luciano Cáceres) y su esposa (Eugenia Tobal). Todo este entramado, que tiene la finalidad de ser agudo en su comentario social, apenas logra interesar porque salvo un fiscal interpretado por Esteban Meloni, no parece importarle a nadie. Pero esto es porque el punto de vista se fracciona absurdamente, llevándonos a cuestionar si prima el aspecto de thriller o el de comentario social. En el primer caso hubiera sido útil seguir alguna indagatoria del fiscal que parece sacado de un mal libro de Hammet. En el segundo de los casos, si en verdad se apuntaba al comentario social, resulta un misterio la energía puesta en escenas románticas de telenovela o el shock value serie B que también resultaría extraño o bizarro en un film de comentario social.

Sin lugar a dudas, hay intención de contar el ascenso y descenso de una figura política y cómo la corrupción va cocinando la suerte de cada figura, pero el suspenso, el drama y, en fin, el pathos de todo el asunto, se disuelve con facilidad. En el medio de todo, las figuras que mueven los hilos terminan siendo caricaturas que poco tienen que ver con el registro de denuncia que se pretende, a pesar de que el dúo que hacen Enrique Liporace y Roly Serrano entrega los mejores momentos del film.

En definitiva El jardín de la clase media, con su título poético y pretencioso, es un film de llamativa intrascendencia, en particular por la búsqueda (consciente o inconsciente) de recuperar el cine serie B policial de los ´80 y comienzos de los ´90. Ideal para ver charlando con amigos tomando una cerveza sin prestarle demasiada atención.