El jardín de la clase media transcurre cuando las listas de candidatos para las elecciones legislativas están a punto de cerrarse. En ese contexto político agitado y de negociaciones tras bambalinas aparece el cadáver de una mujer decapitada en la casa de uno de los potenciales aspirantes a diputado (Luciano Cáceres).
El hallazgo obliga a su pareja, una médica a cargo del área de psiquiatría de un hospital público (Eugenia Tobal) y a un detective de la policía (Esteban Meloni) a unir esfuerzos para esclarecer el crimen. Leonor Manso y Enrique Liporace encarnan a las figuras más importantes y oscuras de la cúpula encargada de tomar las decisiones que involucrarán directamente al político ascendente.
Basado en la novela homónima de Julio Pirrera Quiroga, el film de Ezequiel C. Inzaghi se presenta como un thriller político donde nadie es quien parece ser. La investigación tirará del ovillo de una trama mafiosa que involucra al núcleo duro del gobierno en maniobras donde lo límites entre lo legal e ilegal se difuminan.
El problema de El jardín de clase media es que nunca logra trascender los límites férreos del thriller, volviéndose previsible y adoptando algunas vueltas de guión varias veces vistas. Dueña de un involuntario espíritu clase B, se trata de un film cuyo interesante punto de partida (el retrato de la cocina del poder nacional) se diluye a medida que el relato queda preso de los tironeos entre la vertiente policial y la política.