egundo opus de Ezequiel Inzaghi, "El jardín de la clase media", es un vetusto manual de cine declamatorio que puede terminar rescatándose como un homenaje al cine de Emilio Vieyra.
Principios del cine Siglo XXI. Mientras el país se derrumbaba estructuralmente, en el cine se desarrollaron dos vertientes diferenciadas que enmarcaban el clima en el que estábamos viviendo. El incipiente Nuevo Cine Argentino, con una generación joven que ponía el foco en los marginados y los “no mirados”, retratando la vida al límite; por un lado.
También surgió algo que podríamos llamar cine del “Que se vayan todos”, demostrando el malestar general por las instituciones, con esa frase que se repetía por todos lados como emblema.
Mayoritariamente directores no tan jóvenes, y un marcado tono declamatorio que hacía recordar a los policiales de otras épocas, para montar historias en las que la corrupción y los juegos sucios del poder manchaban todo. “Donde toco sale pus”, dijo Néstor Kirchner cuando asumió en 2003.
De eso hablaba el cine del “Que se vayan todos”; que tuvo como coronación y final con "Cargo de conciencia", el último trabajo de Emilio Vieyra estrenado allá por 2005, con un elenco multiestelar ochentoso, y un tono general tanto en el relato como en lo técnico que abrazaba décadas, por lo menos, veinte años anteriores.
¿Clima de época? En momentos en los que nuevamente la clase política y las instituciones están gravemente cuestionadas, con el Poder Judicial metiendo cuchara, se estrena "El jardín de la clase media", un hijo, una escapada, de aquel cine del “Que se vayan todos”.
Ezequiel Inzaghi había debutado en el cine en 2012, codirigiendo junto a Enrique Liporace, "La cama", una comedia que hacía gala de una supuesta mirada crítica hacia el ser argentino, con personajes que se la rebuscaban, y se inventan algo para vivir sin aportar. Era fácil leer algo de los mal llamados planeros en aquella.
Seis años después recargó las tintas y vuelve sobre la cuestiones sociales, alejándose de los barrios trabajadores, y observando a la clase política y el ámbito en el que se mueve; una clase alta, o acomodada, que vive de galas y negociados turbios. Adaptando la novela homónima, publicada en 2004, de Julio Pirrera Quiroga; "El jardín de la clase media" es casi un film coral, o uno que presenta un mismo hecho central (de corrupción), pero desde sus diferentes aristas, intervinientes y afectados.
Es año electoral, y los movimientos y jugadas están a la orden del día. Ernesto Lafuente (Jorge Martínez) es el Presidente de la Nación, y dentro de su partido hay mucho ruido.
La intención es catapultar la carrera del joven Claudio Sayago (Luciano Cáceres), pero se hará en detrimento de la del longevo Antonio Gallaretto (Enrique Liporace). Hay que disputarse las bancas.
Lafuente tiene su operadora política, Beatriz Santaclara (Leonor Manso), acostumbrada a mover los hilos desde las sombras, será ella la encargada de armar todo el operativo, y de dejar limpia la imagen de su jefe.
Esto llevará a un enfrentamiento, simil guerra fría, entre Gallaretto y Santaclara, ninguno limpio; cada uno con su bando y sus figuras. Hay prostitutas, narcotráfico, policías corruptos, muertes, tramoyas varias, negocios muy turbios, y todo bajo el manto sagrado de la política.
En el medio, Silvina Campas (Eugenia Tobal), médica, esposa de Sayago, la figura noble e impoluta, que se verá involucrada cuando quieran ensuciar a su pareja y literalmente le arrojen un cadáver en el jardín de su casa. Investigación que recaerá en la figura del fiscal Carlos Fernández (Esteban Meloni).
Fundamentalmente son Gallaretto y Campas los que mueven el relato, o muestran sus ópticas, con Santaclara metiendo su ácida y pérfida cuchara.
Pero en el film abundan los personajes de todo tipo. Todos con su frases típicas para enmarcar los diferentes momentos, o mensajes, de la película. El entramado intenta ser complejo, se enreda; obviamente, le sobran personajes, y lo que podríamos esperar, maneja un didactismo sobre la conducción política y el detrás de escena, para dar por seguro todo lo que el vulgo más imaginativo puede pensar.
Todo lo que una mente conspirativa informada por titulares y zócalos puede elucubrar, sucede en "El jardín de la clase media", adornado con frases sobre explicativas, declamatorias, y ultra subrayadas para que no queden dudas de lo turbio.
Los baches narrativos abundan, el elenco de probado talento naufraga con personajes y diálogos imposibles; hay increíbles errores temporales y una inverosimilitud reinante por pura acumulación. La frutilla del postre son determinadas escenas en las que nos será imposible no reírnos, aunque no haya nada de comedia como un extraño homenaje a "La masacre de Texas", o un extrañísimo partido de truco).
Con todo, Inzaghi hizo un homenaje al cine policial de Emilio Vieyra, con cargado mensaje político, exagerado, conservador y reaccionario. Claramente es un cine que atrasa, como también es cierto que sus seguidores no faltan, quizás no tanto por emparentarse ideológicamente, sino como objeto de culto dentro del ya celebérrimo consumo irónico. Acá la tienen, "El jardín de la clase media"parece un film hecho justo a su medida.