Una buena oportunidad de hacer cine de denuncia se pierde esta película, tamizada por el entramado de un thriller en el que los tiempos que corren, con el empoderamiento femenino, le juega más de una zancada.
Mujeres drogadas por hombres, y que son decapitadas y/o violadas, y otra golpeada ante la pasividad de otros tres protagonistas ,despiertan sentimientos de impotencia desde la platea. Que las mujeres sean prostitutas o estén atravesando un problema psicológico no hace a la cuestión.
Pero el verdadero problema con El jardín de la clase media, la película de Ezequiel C. Inzaghi basada en la novela de Julio Pirrera Quiroga, es que no sólo no logra conmover, sino que el armado de situaciones resienta la credibilidad. Por más que el casting haya sido en más de una elección el correcto.
La trama se centra en un candidato a diputado (Luciano Cáceres), que es capaz de hacer lo que sea para ascender políticamente. Su pareja es una médica (Eugenia Tobal), y entre los aprietes, que parece son moneda corriente, una noche el cadáver de una mujer desnuda y decapitada es atado a un árbol de la mansión en la que viven.
Como todos los políticos, sean funcionarios o punteros, son viles y malos -no hay ningún problema en que se los refleje así-, la cuestión pasaría por la honestidad de la doctora Campás, a quien quieren forzar a firmar la cesión de unos terrenos del hospital bonaerense donde trabaja.
Enrique Liporace, Leonor Manso y Roly Serrano son creíbles hasta en los excesos de las líneas de diálogo que deben recitar y las situaciones que atraviesan. Pero acercándose al desenlace, que algo que, por lo terrible, debería afectar a la doctora le pase como desapercibido, indica que algo quedó en la mesa de edición o es premeditado.
Si Cáceres y Tobal hacen, entonces, lo que pueden, la presencia de Lalo Mir (el padre de la doctora) y de Jorge Martínez como el presidente de la Nación, por suerte son en breves apariciones. Hay allí una marcación de actuación como de macchietta.
Lo dicho, lo que pudo ser un atrapante thriller de denuncia en la Argentina, quedó convertido en un filme que, carente de suspenso, no se sostiene casi nunca.