Hay una leyenda que dice…. “Coma caca, tantos millones de moscas no pueden estar equivocadas”
Esta progresión constante de imagen y sonido sobre una pantalla llamarla película sería toda una falta de respeto a más de 115 años, desde que los hermanos Lumiére inventaran el cinematógrafo, viene precedida por un anuncio señalando que fue vista por más de 300.000 personas en Colombia, su país de origen. Lo cual no significa nada. Cabe aclarar que es una coproducción con Argentina y Canadá.
Digo, esta prosecución sin sentido tiene todos los males, errores y horrores habidos y por haber que a lo largo de los años fueron constituidos por miles de películas, todas juntas en una producción, que a esta altura de los acontecimientos se traduce lamentablemente.
Estructuralmente chata, lineal, aburrida y vieja. Lo mismos calificativos le valdrían a la hora de señalar las cuestiones estéticas, aclarando que en este sentido tiene además todos los vicios de las realizaciones televisivas.
En relación al relato se puede decir que es pueril, y no tratemos de dilucidar el discurso ideológico de la misma, pues entonces estaría justificada por aquellos que se atrevan a verla, a pergeñar una venganza de tintes bíblicos, contra casi todos. Incluyendo en la misma a productor, realizador, guionista, exhibidor, actores y, particularmente, al responsable de la banda sonora. Aclarando este punto debo decir que de lo que hablan los personajes se entiende, a lo sumo, la mitad, y lo poco que se deduce no tiene ningún valor, sólo se salvan en este rubro Mirta Busnelli y Mariano Castro, los dos argentinos incluidos por cuestiones de la coproducción.
La historia, si es que se puede llamar así, se centra en Osorio, un gerente de recursos humanos, a la postre “El Jefe”, que es malo por definición, por antonomasia, sólo por el hecho de poder hacer daño, ni lo hace por placer, ni por obtener algún beneficio personal. Tiene a mal traer a todos sus subordinados, salvo a la eterna secretaria de la empresa (Mirta Busnelli). Todo esto tiene un límite, y este límite esta puesto en su hogar. Debajo del techo familiar es maltratado por su mujer, no la quiere del mismo modo que odia ser padre de una criatura. El personaje no tiene ningún tipo de equilibrio. Todo un ejemplo del maniqueísmo más retrogrado. Es amante de la mejor amiga de su mujer, con la que planea robar el dinero de la empresa y fugarse con ella, ya que su dueño argentino falleció y el heredero vive en los EEUU. Este proyecto funciona hasta que el niño bueno y rico decide volver para hacerse cargo de no se sabe muy bien qué, y enfrentarse a los actos maquiavélicos del representante sindical de los obreros de la fabrica
Este engendro que raya desde la imagen con el mal gusto, intentó ser una comedia negra. De comedia nada, de negro algún que otro personaje. No se trata de una parodia ni es un grotesco, cuando en otros momentos tratar de construir una subtrama con detalles intrigantes, cuando la principal se había hundido a los cinco minutos, sólo logra hacerla más incoherente, ni siquiera se puede decir complicada.
Las actuaciones son malas, aclarando que se nota que el oficio de Busnelli, que la deja bien parada en una producción insalvable. Mire que ni siquiera los pechos desnudos de la joven amante despierta a la platea masculina.
Se podría decir que, a modo de elucubración teórica, los ciudadanos colombianos fueron a verla y cayeron como moscas (unir esto con la primera frase de esta nota, para que se pueda producir aunque mal no sea una mueca tipo sonrisa).