De Rosetta (Palma de Oro en 1999) en adelante, todas las películas de los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne tuvieron su premiere internacional en el marco del Festival de Cannes.
Los protagonistas de los Dardenne suelen debatirse en dilemas morales, sea por trabajo, la mayoría de las veces, o por amor y lealtad.
Tal vez no sea El joven Ahmed el filme con la mayor potencia dramática que se les ha conocido a los belgas de La chica sin nombre (2016), que era su anterior realización y con la que El joven Ahmed tiene algunos puntos en común, de contacto, en cuanto a la soledad de su personaje central.
El adolescente del título es un belga musulmán, que se convierte en un fundamentalista que, por cuenta propia, se cree embarcado en una jihad o guerra santa, orientado por un imán o imam -término árabe que significa el que difunde la fe; aquí, el que dirige la oración colectiva en la religión islamista- y, convencido de que su maestra del colegio es una infiel o apóstata, trama asesinarla con un cuchillo.
Para su suerte y la de la maestra, no lo logra, y termina en un centro de detención en el que psicólogos y trabajadores sociales lo asisten.
Los temas, decíamos, son comunes, aunque esta vez el protagonista no sea de la clase trabajadora, como en muchas realizaciones de los Dardenne. El realismo social de los cineastas se mantiene, lo mismo que la mirada acerca de la moralidad de los actos.
Cómo empatizar
Pero el adolescente de 13 años también marca una diferencia, ya que no es tan sencillo empatizar con alguien que es capaz de sacrificarse por lo que cree, y que esa creencia lo lleve a querer matar a otro ser humano. Ahmed no tiene una figura paterna, hasta hace poco sólo se preocupaba por los videojuegos, pero el contacto con un primo parece llevarlo hacia una radicalización.
Si ahora se permite sermonear en su hogar a su madre y a su hermana, por como bebe una y por la ropa que viste la otra. Con la ayuda de los asistentes sociales en el centro donde fue destinado, parece que el joven Ahmed está “reformado”.
¿Lo está?
Con todo, El joven Ahmed se cruza con otros temas abordados por los realizadores de La promesa, como el de la vulnerabilidad de personajes jóvenes (en El niño, por la que ganaron su segunda Palma de Oro), por más que tengan un tesón envidiable.
Ahmed está atravesando la adolescencia, con todo lo que ello implica. Y está en juego también la relación con los adultos, los mayores que ejercen su autoridad sobre ellos, les guste o no, y los cuestionamientos que plantea la película van más allá de una mera cuestión religiosa.
Tiene que ver con las creencias de uno, tal vez con una C así, en mayúsculas. Las ambigüedades, o la manera en la que los Dardenne muestran al protagonista, hacen que se siga el relato con interés, más allá de lo emotivo que es.