Running for Grace narra una historia clásica de amor imposible entre dos protagonistas provenientes de ámbitos sociales antagónicos para la época. Este relato sencillo, del encuentro entre princesa y mendigo, despliega otros conflictos sociales que superan el despliegue amoroso.
Desde el comienzo, El joven doctor marca los límites de su originalidad y repetición de patrones narrativos. Una voz en off femenina nos ubica en los comienzos de la década del 20 en la exótica Hawái. Un pequeño poblado, compuesto en su gran mayoría por inmigrantes japoneses que trabajan en los cafetales de la zona, aún está lidiando con los estragos producidos por la gripe española desatada en 1917. Dos muertes signan un destino común: la madre de Grace, hija de un propietario adinerado que posee plantaciones de café y la madre de Jo, un joven mestizo (“hafu”) que vive en una humilde choza en el monte. Hasta aquí la historia es conocida por todos. La muerte no distingue castas sociales y todos son víctimas de la plaga, pero la posición de poder económico y la insignia de la raza en ese contexto marcan un futuro divergente en la infancia de Jo y Grace respectivamente.
El pequeño Jo queda solo en el mundo y, dada la vergüenza de su linaje mestizo y origen incierto –para la población japonesa un “hafu” trae mala suerte y representa una desgracia-, el niño había permanecido oculto desde su nacimiento.
En simultáneo, Doc (Matt Dillon) llega al pueblo para cubrir una plaza de médico para atender a los trabajadores. Allí debe enfrentar a más de una grieta. A la diferencia entre blancos/ amarillos, ricos/ pobres, se suma la dificultad de la descreencia en la medicina moderna.
Podemos señalar que El joven doctor propone entonces dos historias. Por un lado, el encuentro de un hombre blanco, Doc, con un niño mestizo desamparado. Jo entrega –siempre corriendo y de ahí el título original de la película- medicinas a los pacientes de Doc mientras se va formando en la profesión de médico. Por otro lado, el cruce de Jo y Grace que implica el despliegue romántico de la historia. Por supuesto, Jo y Grace no se conocen salvo de vista pero, en ese contexto histórico, no es realmente necesario tener mucha información del que se supone es el amor de tu vida.
La historia, que suda por todos sus costados previsibilidad, posee también sus ayudantes y antagonistas. Miss Hanabusa, la criada que tiene a su cargo a Grace y que es de hecho el narrador testigo de la historia y el Doctor Reyes, un nuevo médico que trae el padre de Grace con la pretensión de casar a su hija.
El relato por sí mismo, tal vez no resulte tan interesante ni original, pero permite una lectura respecto de la manera en que interpretamos las grietas actuales y los prejuicios de época. Hay una idea instaurada de que la humanidad avanza hacia un desarrollo social que va rompiendo prejuicios, como por ejemplo el del casamiento entre individuos de diferentes nacionalidades u orígenes sociales. Aunque es parcialmente cierto que algunos prejuicios se desmontan, también es cierto que los antiguos se sustituyen por nuevos. El conflicto que desata Doc al querer aplicar una inyección de adrenalina a una paciente moribunda no nace de una descreencia tan diferente a la que desata en la actualidad la aplicación de vacunas. De igual modo, el preconcepto de que el amor “real” nace de una mirada parece haber sido sustituido por la idea de un amor de la sobreinformación, el exceso de diálogo y el imperativo de no dar un paso en falso al concretar una relación. Solo desde esta perspectiva, Running for Grace tiene algo que narrar porque fuera de esto, lo cierto es que esta historia ya lo conocemos.
EL JOVEN DOCTOR
Running for Grace. Estados Unidos, 2018.
Dirección: David Cunningham. Guión: David Cunningham, Christian Parkes. Intérpretes: Matt Dillon, Ryan Potter, Olivia Ritchie. Montaje: Kyle Gilbertson. Música: Elia Cmiral. Dirección de fotografía: Akis Konstantakopoulus.