Atrapada en desarrollo infernal desde hace dos décadas y media, la adaptación cinematográfica de la intensa novela de ciencia ficción de Orson Scott Card tuvo muchos escollos que superar antes de verse concretada, tanto desde la producción como desde el exterior, con comentarios homofóbicos del autor que armaron un revuelo irrelevante a la calidad del film. Ante semejante alboroto, que el director sea el sudafricano Gavin Hood, el mismo que aburrió con la entrega mutante X-Men Origins: Wolverine, no auguraba buenos presagios. Quizás estas bajas expectativas hayan funcionado en sentido contrario, ya que el resultado final en El Juego de Ender es una fidedigna adaptación, inteligente y diferente a cualquier saga juvenil actual.
Dentro del film, veremos a Ender, un joven talentoso reclutado para ser el próximo Comandante en al lucha contra una raza alienígena que ya visitó al planeta Tierra una vez, y que está a punto de volver a hacerlo. Poca gloria tiene el ejército mundial al reclutar a menores de edad, pero su temeridad a la hora de tomar decisiones de vida o muerte los califica como grandes sorpresas a la hora de enfrentar al enemigo. Estos novatos se verán entonces expuestos a la crueldad militar que ya todos conocemos, al engaño, a la soberbia y demás bajezas humanas, todo con tal de crear futuros líderes para defender al planeta. El libro de Scott Card es mucho más cruento e intenso para con el trato a los novatos, pero Hollywood todavía no está preparado para un despliegue de tal calibre, y es por eso que la sombra de la calificación PG-13 se cierne durante toda la película. Mirando hacia atrás una vez terminadas las dos horas que dura El Juego de Ender, puede que no se note completamente la dureza de la historia del escritor, pero las bases se encuentran presentes en pantalla.
Es difícil integrarse completamente a la trama del film si haber leído la novela previamente, ya que muchas cuestiones narrativas están mejor explicadas a través de los diálogos internos del protagonista. Esta poca familiaridad resulta contraproducente, ya que el espectador casual notará una frialdad en la historia inadecuada. Por supuesto, los fanáticos de la novela y la saga están de parabienes: verán respetada la filosofía de la novela a rajatabla, un punto a favor del director, que esta vez crea una aventura comedida, pero no por eso menos espectacular.
Comprar la propuesta recae en las tareas actorales de Ender, un lucido Asa Butterfield quien tiene el peso de llevar consigo el destino del próximo Comandante, y convertirse en un héroe para la Tierra, aunque tenga sentimientos encontrados y sus superiores lo traten como si fuese una herramienta, la clave para la batalla final, más que un chico de trece años. Butterfield es pura emoción, con un registro emotivo remarcable y modismos para acompañar. No está solo, ya que un equipo de actores de renombre están con él, ya sea un adusto coronel en la piel de Harrison Ford, la preocupada Mayor Anderson de una siempre bienvenida Viola Davis el misterioso Mazen Rackham del estimado Ben Kinsgley ó las jóvenes - nominadas al Oscar, nada menos - Abigail Breslin y Hailee Steinfeld, una la hermana protectora en la Tierra y la otra, una compañera en la estación espacial con la que comparte una relación de camaradería muy cercana.
El Juego de Ender no es un film de ciencia ficción accesible. No estamos frente a una Los Juegos del Hambre, sino algo en otro nivel, mucho más reflexivo y filosófico. Estamos frente a la anti-saga, un estreno de aventuras espaciales que ningún gran estudio quiso producir, pero que se agradece por haberse hecho realidad, para ver finalmente algo diferente y no tan comercial. En la industria actual, tomar un riesgo de tal calibre es para encomendar.