De acuerdo con las informaciones que se manejan en el planeta Tierra, una nueva invasión alienígena se cierne como una mortal amenaza para el futuro de la especie humana. Nuevamente los formics, una raza similar a la de los insectos, pueden tener como objetivo la conquista y exterminio humano ante la superpoblación de sus colonias en su planeta de origen. Queda en el recuerdo popular la primera invasión, repelida con indudables dosis de hidalguía y templanza por parte de la flota al mando del comandante Mazer Rackham (Ben Kingsley); la actual defensa militar busca desesperadamente a su sucesor, y es por eso que el coronel Hyrum Graff (Harrison Ford), ofrece un duro programa de entrenamiento para los aspirantes. Todo hasta que a la Escuela de Batalla llegue el tímido y esmirriado Ender Wiggin (Asa Butterfield), y demuestre que no es sólo un hábil estratega sino que también posee temple de líder, por lo que el coronel Graff lo promueve a la Escuela de Comando como clara señal de esperanza. El chico deberá enfrentar no sólo sus devaneos interiores sino también la crudeza de aquellos que sueñan con un poder que no poseen, y que en Ender es tan preclaro como un don, pero ese camino será arduo para el joven que deberá comprender lo complicado de su misión.
También difícil destino, debe señalarse, tienen los espectadores porque existe un problema fundamental que resiente al notable despliegue visual de El juego de Ender : es un entretenimiento aburrido. Y ese contrasentido, con el correr de los minutos, se aproxima al temido oxímoron del "instante eterno", particularmente en la primera mitad del metraje, donde largos parlamentos sobre el destino de la humanidad alternan con un entrenamiento que, por momentos, tiene el profesionalismo de una colimba en decadencia o de un grupo de exaltados boy scouts. Más inquietante es que los "otros", en este caso esos insectos gigantes, sean exterminados "por las dudas" en un paralelismo con las contemporáneas "guerras preventivas" que la moraleja final no despeja por completo. No dejan de sorprender los grandes actores de Hollywood (Harrison Ford, Abigail Breslin, Ben Kingsley y Viola Davis), que prestaron su trayectoria para esta galería de personajes unidimensionales incapaces de transmitir una emoción. Orson Scott Card, el autor del best seller original, brindó plena libertad creativa a Gavin Hood, quien parece estar en un asteroide remoto en el cual ha olvidado cómo hacer películas más sólidas como Tsotsi , o que sepan entretener al estilo de X-Men orígenes: Wolverine .
Junto al universo de efectos especiales que sostienen esta experiencia de videogame, debe destacarse la labor de Asa Butterfield, como el chico de 12 años que enfrenta el mayor desafío de su vida como un partido de PlayStation, y toda esa galaxia de párvulos que parece tan lejana a la trayectoria de Harrison Ford, quien se reencuentra con el género a más de tres décadas de La guerra de las galaxias y a varios años luz de un film como aquél.