Asa Butterfield es Ender Wiggin, un niño superdotado de 12 años sobre el que recae la responsabilidad de salvar al mundo de una inminente invasión alienígena. Su formación para llegar a ser líder de la Flota Internacional estará a cargo de Hyrum Graff (Harrison Ford) y Mazer Rackham (Ben Kingsley), este último un héroe de guerra que venció en un enfrentamiento pasado a los Insectores (tal es el nombre de los extraterrestres). A través de simuladores que se asemejan a videojuegos, Ender será sometido a un estricto entrenamiento sin reglas claras ni límites establecidos.
La nueva película de Gavin Hood (X-Men Orígenes: Wolverine), es una adaptación del clásico de ciencia ficción de Orson Scott Card, donde El juego de Ender es el primero de cuatro libros. Pero atención, aquellos que lo hayan leído y vayan al cine con las expectativas a flor de piel, deben saber que es muy probable que la propuesta no los convenza del todo.
La cinta resulta una adaptación edulcorada de la novela, diluida por una tendencia a mostrar el despliegue técnico en detrimento de la profundidad del relato. La historia se desarrolla más en función de los efectos especiales y proezas del protagonista que de los aspectos políticos, sociales y morales que propone Card en su libro.
De ahí que no sorprende que apenas se haga referencia al controvertido tema de los niños formados como militares y el uso de la violencia como medio para un supuesto bien mayor. “Ya habrá tiempo para ocuparse de eso”, dice el personaje de Harrison Ford cuando es cuestionado por la edad de los soldados que recluta y las secuelas que dejará la guerra en ellos.
Y entre actuaciones correctas y algunas desperdiciadas, como la de Abigail Breslin en el rol de la hermana del protagonista, Asa Butterfield se destaca por la composición que hace del conflictuado Ender Wiggin. Dueño de unos ojos azules súper expresivos y un cuerpo que de tan menudo insinúa fragilidad, el actor crea un personaje que rápidamente abandona su niñez y se transforma en una herramienta funcional a un sistema militarizado al máximo.
No llama la atención entonces que el director insista en los primeros planos de Ender, que refleja en cada uno de sus gestos las contradicciones que le genera su misión y, al mismo tiempo, la excitación que le produce batirse a duelo en las batallas simuladas virtualmente.
El juego de Ender funciona como una película de ciencia ficción con un despliegue de efectos especiales de calidad, pero decepciona como adaptación de uno de los libros más reconocidos del género.