Sangre y horror en otra entrega de la saga
Desde hace cinco años, y con gran puntualidad, llega a las pantallas la terrorífica historia de Jigsaw, ese sádico individuo que atormenta a sus víctimas con macabros juegos. Esta sexta parte de la saga no difiere demasiado de las anteriores, aunque aquí el agente especial Strahm, ya muerto, es reemplazado por el detective Hoffman, que planifica una serie de escalofriantes asesinatos manejados desde las sombras por aquel hombre enfermo que desea vengarse de quienes lo obligaron a esconder su tétrica personalidad.
Desde la primera secuencia, la trama se basa en la sucesión de horripilantes torturas que sufre ese grupo de personas presas en una jaula y vigiladas por quien organizó una muy complicada serie de monstruosos castigos. Poco o nada es lo que el argumento ofrece como atractiva narración, ya que lo que les importó aquí al director Kevin Grentert y a los guionistas es mostrar sin tapujos los más cruentos instantes en que cada una de las víctimas es asesinada sin piedad en medio de gritos de espanto y ojos desorbitados.
Sin duda la historia ya no daba para más y por ello los responsables del film se concentraron en hacer un muestrario de brazos partidos, cuerpos despedazados y cabezas que ruedan sin cesar. Los seguidores de este cine "gore" estarán en su elemento frente a tantos litros de sangre, pero este nuevo juego del miedo no añade nada original a esa sádica temática.