Saw VI es la quinta secuela de la saga comenzada en el 2004 por James Wan y Leigh Whannell. A esta altura los creativos originales de la serie partieron después de Saw III, y la franquicia quedó en manos de Marcus Dunstan y Patrick Melton (Feast), pero la dupla comenzó a padecer los efectos de una historia demasiado estirada. Para colmo, la muerte del Jigsaw original (producida en el capítulo III) le quitó una gran cantidad de fuerza a la serie y, si bien Tobin Bell sigue apareciendo en flashbacks, los últimos filmes parecen demasiado nostálgicos de haber perdido al carismático villano principal. Los reemplazos de turno apenas le llegan a los talones.
Saw VI es una mejora respecto de la entrega anterior. Mientras que en las partes IV y V las cosas parecían decantarse por vendettas personales (y eliminación de perseguidores) del detective Hoffman, al menos aquí se retoma el tono moralista de la primera trilogía y la historia se centra más en las motivaciones personales del desaparecido John Kramer. La historia parece levemente más cuidada, y hay un giro final que genera cierta expectativa sobre una futura Saw VII.
El primer y gran problema de la serie es que, a esta altura, se trata de un producto sólo para los fans. Para cualquier neófito resulta inescrutable descifrar qué hacen y quienes son estas personas que, para colmo, están envueltas en una serie de rebuscadas relaciones personales. John Kramer aparece en flashbacks o bien como alucinaciones que se le presentan a su esposa; la aparentemente inocente viuda de Jigsaw comienza a participar de los planes póstumos de su marido; el secuaz de Jigsaw es el detective Hoffman (Costas Mandylor), que carece de carisma y cuyo intérprete da una perfomance chatísima. Aún habiendo visto de corrido (y hace muy poco) los cinco capítulos anteriores de la saga, a uno le da la impresión de que se le escapan detalles.
El otro detalle es que la historia se ramifica tanto que se perdió completamente el clima claustrofóbico de los primeros tiempos. Que Hoffman se la pase escabulléndose de las autoridades debería generar tensión, pero a su vez termina por hacer más vulgar al villano... y el desempeño de Costas Mandylor definitivamente no ayuda. Cada flashback de John Kramer añade un poco de confusión, y nos hace extrañar cuando Tobin Bell estaba vivo. Y si bien las trampas siguen siendo sangrientas (en especial la primera que es shockeante), nos parecen rutinarias a este punto, lo que es una prueba evidente del desgaste que ha sufrido la saga.
Uno de los giros que tomaron los guionistas fue descargar sus dardos contra el sistema financiero y médico norteamericano - bajo una fuerte crítica después de su responsabilidad en la actual crisis económica, las políticas de salud de Brack Obama y filmes como Sicko de Michael Moore -, algo que terminó por festejar una parte de la crítica yanqui. Aquí las víctimas de turno son prestamistas y aseguradores médicos, que terminan recibiendo lo que se merecen. A su vez todo el esquema de trampas mortales está diseñado como una especie de balanzas, en donde los protagonistas deben dejar algún que otro miembro para salvar a otros que están a punto de ser masacrados en alguno de los juguetitos de Jigsaw. Pero salvando la primera escena, el resto está simplemente ok. La serie ha perdido impacto en tal sentido, aún con el despliegue de tripas exhibido en pantalla, simplemente porque la mitad del tiempo estamos viendo otras historias - el legado para la viuda de Jigsaw, la evasión de Hoffman -.
Hay una sorpresa final que resulta una apuesta fuerte por parte de los guionistas. Sinceramente no tengo ni idea de cómo podrán construir Saw VII - van a tener que quemar muchas neuronas para armar una historia inteligente y apasionante -, pero a esta altura no es algo que me quite el sueño. Ya la saga ha entrado en un nivel de desgaste que resulta medianamente entretenida pero no alcanza la originalidad ni la excitación de las primeras entregas.