Nuevos cortes de carnicería
Crítica "El juego del miedo VI" Desde el más allá, Jigsaw sigue con sus lúdicas torturas a personajes corruptos: moral aplicada de modo inmoral.
No se trata de apelar al facilismo reseñero, pero contar la secuencia inicial de El juego del miedo 6 es la forma más eficaz de sintetizar su esencia. Un hombre y una mujer, usureros, están cautivos en celdas jigsawianas, obligados a "competir" para sobrevivir. A su alcance hay elementos cortantes y dos balanzas. El que logre quitarse más kilos corporales salvará la vida. El hombre, regordete, comienza a rebanarse la panza de a lonjas: se filetea. La mujer, más inteligente, prefiere el corte único con hueso: toma un hacha y le apunta a su brazo izquierdo... Lo previsible: morbosidad cada vez más extrema, explícita e ingeniosa; moralismo vengativo; exaltación de la tortura y la ejecución por mano propia, en tiempos en que esa exaltación crece sin ayuda de estas películas... Aclaremos: nadie sostiene que el espectador de El juego... saldrá de "cacería moral", ni que las apoyará. Sí que esta película las tiene en el centro de su ideología y que lo demuestra en cada una de sus decisiones, incluso estéticas y humorísticas.
John Kramer/Jigsaw (Tobin Bell) se las sigue arreglando, desde la muerte (desde flashbacks y alucinaciones), para torturar lúdicamente a corruptos e inadaptados sociales: ahora, al ejecutivo de una compañía de seguros impiadosa. El ejercicio de la ley del talión es sofisticado y cargado de alegorías. En una escena, el empresario queda ante una calesita con seis subordinados suyos: debe ejecutar -en este caso, con culpa- a cuatro. En esos giros hay ruegos, bajezas, manipulaciones, y raptos de dignidad suicida: el mundo laboral a pleno. La otra subtrama sigue al detective Hoffman (Costas Mandylor): ¿aliado o enemigo de Jigsaw? En esencia, más de lo mismo, en una saga que ya tiene fans y detractores, lo que a esta altura hace estéril cualquier crítica.«