PAISAJIZANDO LA TORTURA
¿Es necesario explicar la trama de la sexta entrega de la saga Saw? Más teniendo en cuenta que los diversos responsables a cargo se han ido complicado y enredando en extremo, a medida que se suceden las películas.
Y sin embargo hay un argumento, vinculado al surgimiento del agente Hoffman, quien tiene la intención de constituirse en el sucesor de John, el Jigsaw original. Pero no tiene la cosa tan fácil, porque su maestro tiene la intención de que pase un examen, una prueba, que lo consolide como un legítimo heredero y aprendiz.
Obviamente que podemos adivinar, sin temor a equivocarnos o a subestimar la película, que lo que viene es una sesión de hora y media de gente sufriendo toda clase de martirios, en pos de la moral y las buenas costumbres.
Los defensores de la saga creada por James Wan y Leigh Whannell, y continuada principalmente por Darren Lynn Bousman, sostienen que el sadismo presente en las imágenes es sólo un instrumento, un elemento más dentro de la Historia, y lo que importa verdaderamente es el tratamiento sobre los personajes y los distintos lazos que los conectan. Esta afirmación es por lo menos arbitraria: el éxito de la franquicia se ha sostenido siempre en la invitación a contemplar escenas de tortura, desde el marketing hasta la recepción del público, pasando por la puesta en escena y el discurso social. En cuanto a esto último, El juego del miedo VI termina justificando, en aras del cuestionamiento al sistema capitalista –en este caso, expresado a través de un directivo de una obra social-, la justicia por mano propia más extrema y vergonzante.
Esto no es raro dentro del universo de Saw, donde la tesis de los autores coinciden con la del asesino interpretado por Tobin Bell: el mundo es una porquería, está plagado de gente egoísta y ególatra, que merece sufrir física y psicológicamente para alcanzar La Iluminación. De ahí que podamos decir que un filme como Waz se despega de la propuesta de El juego del miedo, ya que lo que allí interesa es el camino recorrido por una serie de personajes. Allí hay un contexto, una existencia horrorosa, es cierto, pero ésta no se impone nunca por completo a los protagonistas.
Lo que pasa es que en filmes como Saw lo que importa es el mensaje moralista, que en verdad encubre una pulsión ociosa, carente de motivo, por ver gente sangrando o mutilada. Es como una cáscara vacía al cuadrado. Y en el cine de terror, la sangre no debe ser derramada por tan poco.