Un ladrón en un laberinto de horrores
Arkin es contratista, encargado de arreglar puertas y ventanas en la casa recién comprada por una joven familia. Como acaba de salir de la cárcel y tiene que conseguir una buena suma de dinero para salvar a su esposa e hija de la presión de unos prestamistas, acepta pagar dos deudas en un solo tiro: la que tiene con su ex esposa y la otra, con un grupo de ex convictos como él con los que compartió prisión. Experto en cajas de seguridad, piensa aprovechar la ausencia de sus empleadores para saquear la casa, pero he aquí que un psicópata lo desayuna y cuando entra en la casa supuestamente vacía encuentra a los propietarios al filo de ser despanzurrados y él mismo a merced del desquiciado "coleccionista" y sus trampas de cazador, que podrían mutilar a cien osos en minutos.
El guión, que comenzó siendo la precuela de El juego del miedo , describe con bastante precisión la doble angustia del protagonista, pero no tira pista alguna del porqué del criminal que opera embozado (como en viejos tiempos Hannibal Lecter) además de que es un fumigador. Si bien los debutantes (en la dirección) Marcus Dunstan y Patrick Melton (guionistas de las partes 4, 5 y 6 de la serie "...del miedo") logran inquietar a los espectadores con buenos recursos hasta la primera mitad, es decir, hasta que se desata la primera secuencia de violencia descarnada, en la segunda dan paso al catálogo de porn torture (golpes bajos con tenazas, agujas y tanzas, hojas afiladas, cuchillas listas para mutilaciones varias, ácido sulfúrico y hasta felinos partidos al medio).
La primera mitad augura una segunda al menos interesante. Lamentablemente eso no ocurre, y lo poco de bueno se va al diablo con un remate muy tramposo que, era previsible, promete secuelas.
La paradoja: con la misma infraestructura, algo de su estética y hasta con los mismos actores de El juego del terror se podría haber hecho una película de género mucho mejor. Pero se hizo ésta. Una lástima.