Planteada inicialmente como la precuela de “El juego del miedo”, este filme primero se preocupó por renovar la sarta de atrocidades que un descolocado mental puede infligir a sus víctimas. Y se olvidó del resto. Los personajes están mínimamente delineados al punto que ni del propio monstruo se conoce filiación ni intención. Un hombre con problemas económicos decide robarle a su empleador. Para ello se mete una noche en su casa sin saber que alguien más ha tenido la misma intención. Allí comienza a desenvolverse una serie de perversiones que, torturas mediante, se lleva la vida de los integrantes de una familia, mientras el infiltrado (ahora bueno) trata de salvarla. Quizás a los fanáticos del gore les sirva para ir completando su álbum de atrocidades y su sed de sangre. Para el resto de los mortales, es solamente un muestrario innecesario de sufrimientos y humillaciones que promete una segunda parte. Puaj.