Et iudicem quis iudicavit?
Algo queda claro desde el inicio mismo del filme, y es que Hank Palmer (Robert Downey Jr.) es un abogado tan exitoso como inescrupuloso, de esos que no tienen culpa alguna en defender al mismísimo demonio si fuera posible. Pero a mitad de un juicio recibe la noticia más dolorosa: su madre ha muerto. Inmediatamente Hank viaja a su pueblo natal en Indiana, donde se reencuentra con sus hermanos y su padre Joseph (Robert Duvall), el juez del lugar.
Algo distanció a padre e hijo, apenas si se saludan y la tensión en el lugar es notable. Hank se propone cumplir con estar presente en el funeral y regresar a la gran ciudad, pero sucede un accidente que tiene a su padre como responsable ante la ley y es entonces cuando las diferencias deben hacerse a un lado y el hijo tendrá trabajar en la defensa de su progenitor.
Pero no será tan fácil. Orgullo, reproches y viejos rencores salen a la luz para mantener la distancia entre padre e hijo. En ese conflicto está el nudo del relato, y en la formidable actuación que brindan los dos Robert, Downey y Duvall, el motivo por el cual este filme merece ser visto.
Toda la película está llena de lugares comunes y situaciones melodramáticas que la mayoría de las veces no suman la relato, pero que sí la ponen en valor en la carrera de los Oscar. Sí, esta es una película hecha para la Academia, como las actuaciones de Meryl Streep.
Prácticamente no hay escena en la que Robert Downey no esté presente, él carga el peso de la historia y hace llevadero el cuento de casi dos horas y media de duración en el que se presentan otros conflictos; familiares, amorosos, conyugales, pero que apenas sirven para dar sentido a los personajes secundarios, algunos de ellos estupendos como el de Vincent D´Onofrio, en el rol del hermano mayor de Hank, o el de la siempre talentosa y apetecible Vera Farmiga.
En el centro del conflicto se dirime la ética del individuo y su honor, algo que sí logra plantear muy bien el director David Dobkin, y que encuentra en el gran Duvall a un intérprete de excelencia. Por lo demás, el filme exhibe una cuidada producción y fotografía, además de un puñado de escenas de antología entre los dos protagonistas.