Trapitos al sol.
Un subgénero algo olvidado por la maquinaria hollywoodense como el de las películas de juicios vuelve -aunque a medias- en el nuevo filme de David Dobkin, El Juez. El director, acostumbrado a la comedia y que viene de ponerse tras las cámaras en películas como Si Fueras Yo o Los Rompebodas, aquí cambia completamente de registro y nos brinda un dramón familiar con toques de “trial film”. Nos cuenta la historia de un exitoso abogado de Chicago (Robert Downey Jr.), enemistado con su padre, que debe volver a su ciudad natal en Indiana para defender a su padre (Robert Duvall), un eminente juez de gran trayectoria, en un juicio. Sin embargo, lo que finalmente importa no es el veredicto del jurado sobre el acusado, sino el del viejo juez sobre su propio hijo.
El caso que convoca al abogado, un arrollamiento y muerte que involucra a un potencial enemigo del juez, sirve aquí como un importante elemento de intriga. Pese a que todo indica que el viejo es culpable, el juez no sabe -o no cuenta- qué fue lo que sucedió. Una serie de tópicos van apareciendo en el tapete: el honor, el legado, la honestidad, la ley como única igualdad de los hombres y todo eso se mezcla entre la historia “legal” y el pasado familiar, todas aquellas viejas heridas que dejaron más que algunas cicatrices.
El apartado actoral es, sin la menor duda, lo mejor del film. En especial cuando se dan los tan mentados “duelos” entre los dos protagonistas. Las acaloradas discusiones, los diálogos hirientes, pero también los pocos momentos de acercamiento entre estas dos almas dolidas, devienen en escenas logradas, capaces de conmover aún en las situaciones en donde es más fácil caer en la chabacanería o la cursilería.
El guión encamina correctamente la historia, intercalando la temática judicial con la familiar, pero en especial por la manera en que va diseminando la información y develando los misterios, pequeñas dosis de verdad que ayudan que ambas progresiones dramáticas se desenvuelvan. Sin embargo, los guionistas Nick Schenk (Gran Torino) y Bill Dubuque fallan enormemente al decidir que esas dos vías narrativas confluyan literalmente en una sola, como si el tribunal se convirtiera en el living de una casa o en el consultorio del terapeuta. El otro desacierto es la constante intromisión de personajes secundarios (con un elenco que incluye a Vera Farmiga, Billy Bob Thornton y Vincent D’Onofrio) e historias divergentes desaprovechadas que solo sirven para sumar minutos innecesarios al metraje y desviar la atención del conflicto principal.
En conclusión, El Juez es una película dispar, tan lejos de ser memorable como de algunas de las poco inspiradas obras dirigidas por el director en el pasado. Ya sea que los espectadores valoren más sus defectos que sus aciertos o viceversa, lo que indefectiblemente vale la pena es ver en pantalla nuevamente a Robert Duvall, haciendo un papel que le cae como anillo al dedo.