Dostoievski en libérrima adaptación rioplatense
Nuestro cine ya adaptó cuatro novelas de Dostoievski: "El hombre del subsuelo" por Nicolás Sarquis, estilista de los planos secuencia, "El marido perfecto" por Docampo Feijóo, y "El jugador", primero por León Klimovsky, ahora por Dan Gueller. Ambos, debutantes. Klimovsky después hizo carrera. Dan Gueller merece hacerla. Buena puesta, buena dirección de intérpretes, en especial Guadalupe Docampo y Lali González, jugando roles muy distintos a los de películas anteriores.
Pero quién sabe lo que diría Dostoievski. Se trata de una versión bastante libre. Mantiene los temas, los caracteres del obsesivo sometido y los parásitos prepotentes, pero, lógicamente, reduce personajes y situaciones, actualiza conflictos, traslada caracteres, y agrega unos paquetitos de droga, que van de mano en mano para desesperación de quienes deben rendir cuentas. Alekséi pasa a llamarse Alejandro Reynoso, tiene más edad y ya no es preceptor de los hijos del general. No hay más general, pero la manejadora Polina, acá Paulina, tiene un hermano mandón que anda en negocios turbios con un olfa pendenciero y un personaje equivalente a la madame del original. En cuanto a la bábushka, parece que se operó y le creció la barba.
La imaginaria Roulettenbourg se convirtió en la auténtica Mar del Plata. Faltó convertir Schlangenberg en Sierra de los Padres, pero todo no se puede. La obra tampoco puede mostrar del todo la devoción y la angustia del jugador, tan sólo su agobiada tristeza, mientras la suerte sólo le sonríe en la mesa de juego. Por ahí anda Oscar Alegre, el abuelo, con una frase ideal para resolver problemas: "Si fuera por mí, me tomo el Transiberiano y me voy a la Mongolia". Quizá lo hizo de veras. El actor murió el sábado.