Dostoievski adaptado al casino marplatense.
“¿Cuál es tu límite?”, pregunta el afiche publicitario de El jugador. Difícil saber hasta dónde podría llegar cada espectador, pero lo cierto es que los protagonistas del film escrito y dirigido por Dan Gueller están dispuestos a traspasar cualquier barrera ética o moral sin inmutarse demasiado. El problema es que sus voluntades son inversamente proporcionales a sus capacidades operativas. En ese choque entre lo anhelado y lo posible, entre el objetivo de máxima y lo viable, anida el gran dilema de este relato basado muy libremente en la novela homónima de Fiódor Dostoievski y que por momentos remite a esos thrillers centrados en el mundo del juego, los robos y los engaños que hace dos décadas protagonizaban Nick Nolte o Alec Baldwin. Sergio Palma (Pablo Rago), su novia Belén (Guadalupe Docampo) y su mejor amigo Dany (Esteban Bigliardi) llegan a Mar del Plata con la supuesta intención de invertir parte del dinero concedido por el abuelo multimillonario del primero en la compra de unos fondos de comercio, pero en realidad quieren involucrarse en el negocio de la compra y reventa de cocaína. Quieren y no mucho más, porque la verdad es que no saben muy bien qué hacer con sus vidas ni mucho menos cómo reaccionar ante una eventualidad. Y eventualidades e imprevistos habrá bastantes, por momentos demasiados, a lo largo de la poco más de hora y media de metraje.
El que complica el panorama es Alejandro (Alejandro Awada), otrora as de la ruleta ahora retirado y mano de derecha del abuelo Palma (Oscar Alegre, fallecido a comienzos de esta semana). Su misión es, además de entregar el dinero al nieto, controlar que todo funcione como debería. Algo que claramente no ocurrirá, en parte por negligencia de Sergio, pero sobre todo por su hermana Paulina (la paraguaya Lali González, de 7 cajas). La desaparición del botín en polvo es el núcleo de un relato que oscilará entre la leve intriga por la concreción o no del plan original y la dinámica de un grupo de personajes que coquetea con los de una comedia negra. Deliberadamente cómico es el momento en el que Sergio, en pleno brote de desesperación ante lo que cree que es un robo, tortura a su hermana…frotándole pescados por el cuerpo. O también aquél en el abuelo llega a la Feliz para encontrarse con Paulina atada y el hermano intentando hacerla confesar. Rodada casi íntegramente en el Hotel Provincial y el Casino de la ciudad balnearia, y con una cantidad tan grande de imágenes de los logos de las empresas que los administran que por momentos parece un largo institucional antes que una película, El jugador es tan convencional en su despliegue narrativo como chata en su forma. Gueller elige mostrar las conversaciones y acciones en planos y contraplanos casi siempre cerrados, desaprovechando así la potencia visual de los majestuosos pasillos y ambientes de los edificios creados por Alejandro Bustillo a mediados del siglo pasado. No le hubiera venido mal al film un poco más de vuelo en sus elecciones estéticas, algo de aire que le permita salir de su propio encierro para hacer del espacio un elemento constitutivo de su lenguaje.