El jugador

Crítica de Iván Gordín - Alta Peli

Tan cerca, tan lejos.

el jugadorCuál equilibristas de riesgo, hay películas que se balancean maravillosamente en esa fina soga que divide la genialidad de la estupidez absoluta. Obras maestras del séptimo arte como The Room o Un Buen Día han logrado esta hazaña y ya son parte de los anales de la historia. Son films que llegan a la final del mundo y la ganan por goleada, sin ningún tipo de vacilación. Otros, en cambio, yerran en el momento clave, hacen todo lo posible, se la juegan y fallan en el tiro de gracia cuál Pipa Higuain, Newell’s Old Boys u Holanda del ’74. El Jugador, largometraje escrito y dirigido por Dan Gueller, lamentablemente es uno de estos casos donde los laureles estaban ahí nomás pero terminaron pasando por al lado.

El film narra la historia de Alejandro Reynoso (Alejandro Awada), un ludopata retirado al servicio de un magnate de la carne y sus parasitarios nietos con aspiraciones de narcotraficantes. No hace falta aclarar que este negocio conlleva sus riesgos e inevitablemente Alejandro se verá involucrado en cada uno de ellos.

¡Era por abajo Fiodor!:
Empecemos por las genialidades: El jugador es una novela que bien puede leerse como una descripción crítica del hedonismo en la Rusia zarista, es un libro que tiene bastante de instrospección, existencialismo y autobiografía. Sin embargo, hay algo especial en su argumento que la convierte en una fuente perfecta para la transformación y la mutación narrativa. Por esta razón, la idea de convertir las penas atribuladas de un ruso decimonónimo en un thriller argento con sexo, merca y el Casino de Mar del Plata parece más que acertada. Segundo logro, la escena de tortura más bizarra en la historia del cine nacional. No quiero arruinárselas, pero sólo voy a decir que involucra a una víctima nictiofóbica (???) y un montón de pescados marplatenses. Tercera proeza, los inolvidables diálogos interpretados con una vehemencia sólo comparable a la magistral Lucila Polak de Pacino en la ya mencionada Un Buen Día. En este punto caben destacar los momentos de Esteban Bigliardi, el mejor insultador que se haya visto en tiempos recientes, y Lali Estevez, la actriz revelación de la cinta y sus polémicos anagramas de la palabra “perdedor”.

Parecía que la película se dirigía sin escalas hacia la eternidad, pero por alguna razón Gueller la pecheó al final, se puso la casaca del qualité francés y apostó a las actuaciones correctas y desabridas de Pablo Rago y Alejandro Awada, grandes jugadores que terminaron caminando la cancha y no estuvieron a la altura de tamaña responsabilidad artística. Tampoco Gueller se animó a dar el plus en el aspecto del guión, el cineasta apostó por secuencias reflexivas y mesuradas con una aceptable puesta en escena. Este es el error fatal, aquí es un cuando el film deja de balancearse en la delgada línea para quedarse en lo seguro, en lo correcto, en lo moderado. No necesitamos otra cinta argentina safable para el olvido, necesitamos frases grandilocuentes, doblajes polémicos, torturas con pescados y actores pasados de rosca. Para todo lo demás ya tenemos una novela rusa de hace doscientos años.

Conclusión:
El Jugador es una película que pudo haber sido un buen thriller, luego una genial bizarreada y finalmente termina siendo una adaptación comedida con algunos momentos pocos disfrutables. El trono de Un Buen Día sigue intacto.