La primera advertencia para el espectador será que si espera en algún momento ver aquello que reza el cartel de “El Jugador” (Argentina, 2016) en relación a ser una “adaptación” de la obra homónima de Dostoyevski, va por el camino errado.
También va por otro sendero si cree que el casino, aquel lugar lujoso, en donde las clases pierden su estirpe y la pulsión relacionada a ganar explota, será mostrado como el destino para los protagonistas.
Acá hay un jugador, dos narcotraficantes, un abuelo con mucho dinero y una trama tediosa, con muchos lugares comunes y con muchos puntos sueltos, que terminan por hacer que la ópera prima de Dan Gueller se desinfle antes de comenzar a tomar vuelo.
Alejandro Awada es Alejandro, un personaje gris, con una carga emocional importante que es convocado por un millonario (el recientemente fallecido Oscar Alegre) para que asista y mantenga a raya a sus dos nietos (Pablo Rago, Lali González).
Por ambos, este señor siente debilidad, y mientras durante años alimentó sus ambiciones con dinero sin preguntar el destino final de esos fondos, ahora quiere aleccionarlos quitándoles el soporte y colocando a Alejandro como una suerte de mentor para direccionarlos hacia buen puerto.
Pero claro estará que la trama, necesitará de algún conflicto, y además que entre Paulina (Gónzalez) y Alejandro se plantee una incipiente atracción y tensión sexual, el principal problema estará cuando Sergio (Rago) realice una transacción por drogas, y luego esta desaparezca del hotel en el que se hospedan.
La película no logra imponer el ritmo necesario para poder, por ejemplo, generar expectativa sobre sus personajes, excepto Paulina, con una ajustada interpretación de González, el resto del elenco parece hacer las cosas por pedido, y no pueden transmitir la sensibilidad necesaria para seguir despertando interés en la historia.
El trazo grueso con el que Rago construye a su Sergio, lo hace retroceder varios pasos en las últimas actuaciones que pudimos ver de él en la pantalla grande y en la pequeña también, o Awada, que no logra imponer la fuerza que lo caracteriza y termina por convertir a su Alejandro en un papel más.
“El jugador” carece de dinamismo, e impregna las escenas, largas, por cierto, de un tedio que se reproduce en cada una de las intervenciones de los actores, aún tratando de ponerle una dosis de humor, la que nunca termina por cerrar desde los diálogos.
Otros de los desaciertos de la propuesta es mostrar al casino como un banco, dejando de lado el glamour que esos templos de la perdición de muchos suelen tener y construyendo el verosímil sólo con la mención de alguna que otra jerga del lugar, o, por ejemplo, colocando a los extras muy agrupados en un lugar y con espacios en blanco en otros.
“El jugador” quiso “jugar” con el género policial y el subgénero de películas que transcurren en el casino, pero al generar personajes muy simples, y una trama que posee muchas lagunas, termina siendo un mal paso en varios de los actores que participan de la propuesta y un debut no muy promisorio por parte del realizador.