La dupla de Antoine Fuqua como director y Denzel Washington se vuelven a juntar cuatro años después de la primera incursión del personaje extraído de la televisión y extrapolado al cine con buenos resultados.
Nada fuera de lo común ni original o disruptivo, sólo entregan lo esperable.
El personaje tiene muy pequeños cambios, ya no lee “El viejo y el mar” de Ernest Hemingwuay, ahora se las toma con Marcel Proust, “En busca del tiempo perdido”, posiblemente la próxima tenga la necesidad de leer “El tiempo recobrado”, siempre y cuando esa sea la forma que encontraron guionista y director de querer dar cuenta en tanto construcción del personaje. Pues a nivel de relato estas variables se diluyen por los actos mismo muy lejos de los que se constituyen en las novelas que lee, salvo que uno de sus deberes sea completar la lista de los 100 libros que hay que leer antes de morir, o ¿Eran las 100 películas que hay que ver? Carece de importancia. Retornando.
La misma historia del mismo hombre supuestamente casi espiritual, en la anterior salía de su “auto-exilio” para rescatar a una niña de las garras de un grupo de proxenetas. En esta “El justiciero”, arranca de lleno rescatando a una niña atrapada por terroristas/gangsters musulmanes donde, entre ellos, está el padre de la niña. Simultáneamente y de manera paternalista tratara que su vecino, un joven afroamericano, no dependa del pandillaje para ser. También ayuda a un anciano judío, victima del holocausto, en la búsqueda de un hermana perdida 70 años atrás. Sin olvidarse de hacer justicia por mano propia.
La acción está garantizada, y en esas cuestiones el director despliega todo ese arsenal de conocimiento para filmar y montar escenas de gran despliegue. Asimismo se da tiempo para jugar en escenas de mucha tranquilidad a la observación del mundo que lo rodea, alternadas con largas y sensibles conversaciones, posiblemente los mejores diálogos del filme.
Susan (Melissa Leo), su mejor amiga y compañera de la CIA, la única que sabe que sigue vivo, quien lo aconseja y lo asiste en conseguir información clasificada para poder ejercer el trabajo que supone su destino. Sólo que en esta oportunidad melancolía llevada al ostracismo y su perfil de huraño, nunca misántropo, se ve .puesto en tela de juicio cuando lo que lo empuja a hacer lo correcto se inviste de algo parecido a una venganza.
Antoine Fuqua, ya había dirigido a Washington en “Día de entrenamiento” (2001) y en “Los siete magníficos” (2016). Este conocimiento mutuo entre director y actor parece darle un beneficio extra a la cinta, lo que se plasma en la naturalidad que se observa en pantalla. Habría cuestiones ideológicas puestas en juego, algunas del orden del mayor y retrogrado conservadorismo yankee, pero hasta podría ser darle una importancia que no tiene pues queda relegado por la acción misma.
En la ultima secuencia de acción del filme se muestra casi una síntesis de todo ello, el punto de lo increíble es que la actuación de su protagonista lo transforma en verosímil. El resto, el cierre, es para dejar las aguas tranquilas y la puerta abierta a una tercera entrega. La taquilla manda.