La continuación de El justiciero no defraudará a los espectadores que hayan disfrutado la primera entrega del 2014, gracias a un inspirado Denzel Washington, quien vuelve a lucirse en el rol del vengador Robert McCall.
Si bien la premisa es similar a los que fue la historia original, la dirección de Antoine Fuqua (en su cuarta colaboración con Washington) presenta un notable cambio en su narración.
El argumento se desarrolla de un modo pausado con varias subtramas que por momentos generan una dispersión del conflicto central.
La película es un poco más lenta de lo que fue la obra original, pese a que Fuqua añade las secuencias de acción necesarias para hacer entretenido su relato.
La cuestión con estas subtramas, como la relación de McCall con un sobreviviente del Holocausto o un joven artista al que intenta alejar de una banda de criminales, es que si bien alargan el film de un modo innecesario al mismo tiempo brindan los mejores momentos dramáticos de Washington en este rol.
En esta oportunidad se percibe una clara intención del director por explorar más a fondo la humanidad del personaje principal, con el objetivo que McCall no sea otro clon de los clásicos vengadores fríos que solía encarnar Charles Bronson.
Algo que no está mal ya que contribuye a darle su propia identidad al film.
Dentro del campo de la acción Fuqua se vuelve a lucir con algunas escenas intensas, que encuentran su mejor momento en un clímax influenciado por el género western.
En la comparación creo que me quedo con la primera película, si bien El justiciero 2 es una secuela decente que se hace llevadera gracias a la interpretación de su protagonista.