Hablemos de héroes de acción gerontes; jubilados con pancita y dientes postizos que, en vez de hacer la cola del banco para cobrar su pensión, prefieren andar a tortazo limpio con los villanos de turno. Como dice James Berardinelli, el género de acción tiene lugar para todo y para todos y, en el caso de los veteranos, hay unos cuantos casos en donde los canosos han sabido salir bien parados. Sylvester Stallone no entra en la ecuación, simplemente porque es un tipo que - casi a los 70 años - sigue teniendo un cuerpo escultural; pero en otros casos - como Sean Connery en La Liga Extraordinaria o Liam Neeson en Taken y sus incontables secuelas y clones - han probado que se puede ser creíble a la hora de las trompadas y los balazos, y sin tener un físico cuidado (Connery tenía 73 en el caso de LXG). Lo mismo no puede decirse de Denzel Washington en The Equalizer. El tipo le pone toda la intensidad y toda la oscuridad al papel, pero termina siendo torpedeado por la burda edición del filme, el cual lo muestra torpe y lento a la hora de las refriegas. Aún en su primera pelea - que es muy a lo Jason Bourne, con el tipo masacrando gente con lo que tenga a mano, sean sacacorchos, vasitos de ginebra o pisapapeles de vidrio - Denzel no convence y eso empieza a tirar abajo la credibilidad del personaje, a lo cual se suman otras pifias con las cuales se despacha el libreto en la última media hora, todo lo cual termina empantanando la efectividad de la cinta.
El Ecualizador (o El Igualador, o El Justiciero, como quieran) se basa en la serie del mismo nombre, que data de mediados de los años 80 y estaba protagonizada por Edward Woodward. Era un justiciero a domicilio, que resolvía tanto venganzas como situaciones menores, y que venía a ser una versión pasteurizada del Charles Bronson de El Vengador Anónimo. Me acuerdo haber visto un par de capítulos y haberme aburrido de manera soberana, porque era pura cháchara y no pasaba nada; para colmo Woodward se veía como mi abuelito y no me resulta creíble como héroe de acción. El por qué resucitaron semejante serie ignota - la cual, definitivamente, no era un título de culto - es un misterio. Acá Denzel Washington no es inglés ni blanco ni maneja un lujoso Jaguar, sino que es un cincuentón aburrido que labura en Home Depot y padece de desorden obsesivo - compulsivo. Ese es un detalle con cierto potencial - al ser tan minucioso, calcula en demasía y opera como una auténtica computadora de pura lógica al planificar sus combates -, pero el libreto se encarga de abandonar el punto sobre la última media hora. De hecho, el guión termina pasándose tanto de rosca sobre esos 30 minutos finales - con exceso de explosiones y cámaras lentas - que el filme bordea la autoparodia (en especial cuando Denzel vuela un barco de los villanos, el cual tiene una onda expansiva tan poderosa que casi le arranca los pantalones... pero el tipo sigue caminando muy cool en cámara lenta y con la columna de fuego detrás... la cual amenaza tostarle el trasero).
Como sea, el geronte dependiente que vive como una monja en un departamento desprovisto de lujos y elementos personales termina siendo una versión morena de Terminator, sólo que ha preferido el anonimato para dejar atrás un pasado teñido por la violencia. A final de cuentas era un operativo del recontraespionaje capaz de matar a una persona de 130 maneras diferentes con su dedo pulgar (131 si no se cortaba las uñas esa semana), y que ahora prefiere despachar maderas en un Home Depot, el cual termina actuando como una especie de arsenal encubierto ya que - cuando las cosas se pongan agrias -, el veterano Washington usará todo lo que encuentre en el Mall para detener a los malos.
El filme arranca lento. Muuuy lento. Washington le pone ganas y es intenso, y eso hace tolerable el tránsito demorado de la primera media hora, la que sirve para crear momentum. El tipo decide salir de su retiro cuando ve que a Chloe Grace Moretz la muelen a palos. La Moretz está de adorno aquí, solo aparece un ratito al principio y después resucita dos minutos antes de los titulos finales; hace de prostituta menor de edad, la que le toca atender los clientes mas violentos que le mandan sus chulos de la mafia rusa. Cuando la Moretz termina en el hospital, Washington se activa y va a verlo a los gangsters. Y cuando los tipos se burlan de él y lo amenazan, el obsesivo compulsivo se encierra con ellos y los convierte en puré de carne.
El Justiciero es un filme muy violento y sangriento; el problema es que la edición es un fracaso mayúsculo y le saca todo el impacto a la carnicería. Washington se ve demasiado lento y poco creíble haciendo maldades o tirando piñas y, cuando llegan los excesos - como sacarle el ojito a alguien -, los cortes eclipsan el shock. En vez de entusiasmar, las peleas del filme decepcionan.
Por suerte el estado de ánimo cambia cuando entra Marton Csokas a escena. Nunca me ha parecido un gran actor, pero acá el tipo se relame y destila maldad por todos sus poros. Es inteligente, amoral, discursivo, cruel. No sé si es un gran villano pero al menos repunta la flácida puntería del filme después de los fallidos momentos de acción. Es una lástima que Fuqua decida mantener un enfrentamiento a distancia entre los antagonistas, en vez de poner en un mano a mano a Washington contra Csokas. Es como que el final es demasiado expeditivo, eso sin contar al fugaz enfrentamiento (si se lo puede llamar tal) del héroe con el gran capo de toda la mafia rusa.
El Justiciero no me terminó de convencer. Será que Denzel Washington se ve demasiado viejo, gordito y prolijo como para resultarme convincente como despiadado héroe de acción - al menos Liam Neeson es gigante y se ve amenazador -; o será que el libreto derrapa en excesos sobre el final... como sea, el punto mas destacable del filme es el villano de Csokas; y si en una cinta el malo es mas interesante que el heroe, eso significa que estamos en serios problemas de balance. Habrá que ver si, en la inevitable secuela, esos problemas se corrigen y logran que Washington luzca como el jubilado badass que pedía a gritos el público para esta entrega.
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