Reunión de potentados.
Aquí se reúnen nuevamente Denzel Washington y el director Antoine Fuqua, luego de la exitosa Día de Entrenamiento, que significó para el actor un segundo Oscar personal y para el realizador un salto en su carrera, la cual nunca terminó de despegar sino que deambuló entre thrillers y grandes producciones insulsas (por ejemplo, su más reciente desastre, Olimpo Bajo Fuego). Varios años han pasado para que ambos encontrasen una fuente interesante para volver al ruedo de la acción más inteligente que no descuida el entretenimiento. La inspiración de El Justiciero llega de una serie de mediados de los 80s pero también de otros ejemplos más opacos como el subvalorado thriller del año pasado, Jack Reacher, del cual toma su tono e impronta moral acerca de un hombre incapaz de mantenerse retirado de su esencia, la de utilizar sus recursos físicos, intelectuales y logísticos para ayudar a los débiles.
Robert McCall (Washington) tiene una vida ordinaria, al trabajar en una gran cadena maderera y pasar las noches en un bar, en el que se recluye a leer y tomar café. El encuentro asiduo con una adolescente prostituta (Chloë Grace Moretz) llevará a McCall nuevamente a su condición de representante del bien (aunque nunca se explicite con claridad su pasado militar), traducido en ayudar a esta joven y enfrentar indirectamente a la mafia rusa. Luego de la primera aparición de la destreza de McCall llegará la tormenta, que definitivamente desnudará sus verdaderas capacidades. Hasta llegado ese momento Fuqua domina con paciencia y astucia la presentación de personajes y la contención del pasado de su protagonista, como una cara opuesta de la chatura de sus últimas películas. También hay una celebratoria réplica de Jack Reacher en la elegancia de la composición de los planos, los cuales tienen su justa duración, distanciándose ostensiblemente de los montajes del cine de acción actual. Otro de los rasgos deudores del thriller bien seco aparece con la presencia especular del héroe: un villano con semejanzas en la presencia física pero especialmente en la capacidad de adelantarse en sus movimientos, características realzadas por una actuación brillante del neozelandés Marton Csokas (La Supremacía Bourne).
Tanto Washington (quien figura también en la producción) como Fuqua entienden la idea de “menos es más” y elevan una historia bien genérica por los ajustes de las particularidades, en lo que es una virtud compartida con el guión de Richard Wenk (16 Calles). Este regreso con gloria del dúo de Día de Entrenamiento tacha casi todos los casilleros de requisitos para un fanático, más situado en la old school que en la excesiva aceleración contemporánea de los últimos exponentes del género: precisamente otro de los méritos de esta película es no defraudar a los amantes del cine de acción en general.