Estoy lejos de ser el sector demográfico que disfrutó de la serie The Equalizer, que incluso terminó su recorrida de cuatro temporadas y 88 episodios antes de mi nacimiento, en agosto de 1989. Su héroe, Robert McCall, era una especie de vengador anónimo que ayudaba a los más indefensos, algo así como Los Simuladores locales, aunque violento cuando la situación lo requería. Y si violencia es lo que se necesita, qué mejor dupla que la del director Antoine Fuqua y el inmenso Denzel Washington para llevar a cabo una reimaginación de este personaje en los tiempos que corren en El Justiciero, un film de acción con muchos elementos de viejas épocas pero con pequeñas pizcas de actualidad.
No puedo decir que conozca con certeza la historia detrás del héroe que nos compete, pero el papel parece hecho a medida para Washington, que aún a los 59 años se puede dar el lujo de patear traseros y lucir alucinante haciéndolo, como hace no mucho hicieron actores como Liam Neeson o Kevin Costner. El talentoso afroamericano le da a su Robert demasiada apatía y puntillismo para crear un personaje en las sombras, que claramente carga un pasado en sus hombros, que hace que posea un perfil demasiado bajo. En el trabajo es un hombre amable, que agrada con facilidad, y que a primera vista no podría lastimar ni a una mosca. Pero en el momento en que una jovencísima prostituta -Chloë Grace Moretz jugando a un papel al que no termina de hacerle honor- se cruza en su camino es que las cosas se complican y dan paso a la acción.
La primera hora de The Equalizer es bastante tranquila, con un punto y aparte con muchas otras compañeras de género. El mantener la calma, presentar a los personajes y al mundo que habitan en el film, el crear una rutina y dejar al espectador conocer a McCall significa que, cuando el momento de la acción llegue, su pulsante electricidad tendrá más peso. Y lo tiene, con creces. Cuando finalmente el héroe decide enfrentar a los jefes de la vulnerada prostituta, sabemos que los chicos malos la van a pasar mal, muy mal. Desde el guión de Richard Wenk, toda la trama está balanceada para que se disfrute con el castigo justo, que cada golpe y uso irreverente de los utensilios a mano generen un aplauso espasmódico por parte de la platea. Wenk sabe donde ciertas escenas generan más impulso y no es para menos, ya que fue guionista de The Mechanic y The Expandables 2, la más disfrutable de dicha trilogía. Fuqua le sigue bastante de cerca el juego a su guionista con esa sensación de crecimiento de la situación, que termina explotando y generando repercusiones para todos los involucrados.
El haber desbaratado a una importante operación rusa de ilegalidades varias toca el techo de hasta donde llega el poderío de la película y de ahí en más el buen rollo construido se va desinflando poco a poco. Con la introducción del villano de turno -un Marton Csokas extravagante y peligroso por demás- que vendría a hacerle frente a McCall, la trama comienza a estirarse más y más y más, espaciando las escenas de acción y diluyendo la adrenalina en sangre del espectador. La falta de ese mantenimiento constante de la tensión -vamos, es un hombre contra un ejército de rusos malosos, ¿qué puede salir mal?- desconcierta, aunque Washington es un señor actor y mantiene el nivel durante los longevos 131 de duración. Celebro el minimalismo de la acción y el uso del combate mano a mano, así como la utilización de artefactos manuales y hogareños antes que una buena andanada de balazos, pero la indestructibilidad del héroe -al fiel estilo de Chuck Norris- termina generando un bajo nivel de sorpresa. Nada parecería salirle mal y esa invulnerabilidad se nota.
The Equalizer tiene el potencial de convertirse en un nuevo vehículo de lucimiento para Denzel y no por nada Sony Pictures ya le dio luz verde a una segunda parte. Con unos retoques menores y un villano con similaridades a nuestro héroe, podemos estar seguros de que será un espectáculo memorable. Mientras tanto, el comienzo no es para nada desdeñable.