Mariano invierte todos sus ahorros en la compra del kiosco de Don Irriaga. Luego, descubre que la calle sobre la que es frentista será inminentemente cerrada al tránsito a raíz de un proyecto de obra pública. Sin trabajo, a punto de perder la casa familiar, a meses de ser padre por segunda vez y condenado a una ruina cercana, Mariano tiene que hacer algo antes que la calle quede clausurada.