Inteligente ensayo sobre las múltiples formas de superar la pérdida
Si al lector le resumieran la sinopsis de El laberinto en una sola frase (podría ser "un matrimonio trata de superar el inmenso dolor tras la muerte de su pequeño hijo"), lo más probable es que piense que se trata de un melodrama lleno de golpes bajos, concebido para la explosión lacrimógena y que semejante dureza resulte difícil de soportar.
Nada de eso. Está claro que no se trata de un entretenimiento superficial, alegre y pasajero, pero esta transposición que David Lindsay-Abaire hizo de su propia obra teatral (ganadora del premio Pulitzer en 2007) está muy lejos de ser ese "telefilm de la semana" construido para la emoción fácil y propone, en cambio, un ensayo riguroso e inteligente sobre las muy diversas (a veces antagónicas) formas de lidiar con la pérdida, con la culpa, con esas cosas crueles y absurdas que no tienen explicación ni remedio.
Becca (Nicole Kidman, nominada al premio Oscar por este trabajo) y Howie (Aaron Eckhart) conforman un matrimonio de clase media-alta cuya feliz y exitosa vida se derrumba por completo tras la accidental, inexplicable muerte de su hijo. Ella se vuelve cínica y negadora; él, en cambio, necesita procesar y compartir sus sensaciones (incluso en el seno de un grupo de autoayuda que Becca rechaza de plano). Entre ellos, por lo tanto, surge un abismo en todos los terrenos, aunque no dejan de estar juntos en medio de sus opuestos procesos personales.
Si bien el director John Cameron Mitchell (el mismo de las desprejuiciadas y audaces Hedwig y Shortbus ) se concentra en las experiencias de la pareja, hay espacio para desarrollar interesantes personajes secundarios como el adolescente que desencadenó la tragedia (Miles Teller), la madre de la protagonista (Dianne Wiest), que también ha sufrido una experiencia extrema, la hermana menor de Becca que está embarazada (Tammy Blanchard) y una mujer (Sandra Oh) que despierta en Howie no sólo cierto interés sino profundas contradicciones.
Película de climas y de sensaciones íntimas, El laberinto aborda un tema complejo (la exploración del vacío emocional de las personas) para luego sí, como cantaba Federico Moura, intentar salir del agujero interior.