El laberinto

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

Kidman en melodrama moroso y deprimente

Es dificil pensar qué llevó al director del musical rockero «Hedwig and the angry inch» a hacer una película tan deprimente como «El laberinto», depresión que no surge sólo de su argumento sino también de la forma monocorde con el que está elaborado el film.

Nicole Kidman, en otra de sus obvias actuaciones, es una madre obsesionada por la pérdida de su pequeño hijo, que salió de la casa corriendo detrás de su perrito y sufrió un accidente fatal. Su marido, Aaron Eckhart (que muestra aquí el carisma de una percha de plástico), trata de sobrellevar el asunto lo mejor que puede, refugiado en su trabajo y concurriendo a grupos de asistencia religiosa para padres que han sufrido pérdidas similares. Pero ella no lo lleva nada bien, ve cada señal amable del marido como un artilugio para tener sexo, y anda persiguiendo micros escolares, además de entablar una relación más mórbida que amistosa con el responsable del accidente en el que murió su hijo, que le pide disculpas de todas las maneras posibles.

Teatralidad

La protagonista también tiene problemas de relación con su hermana (para colmo, desde su punto de vista, embarazada) y con su madre un poco loca y alcohólica, lo que trae el beneficio de una buena actriz como Dianne Wiest, que no está del todo bien dirigida, ya que en algunas escenas lanza sus diálogos con temible teatralidad. Lo que se puede decir a favor del director es que para teatro filmado, hay una buena cantidad de exteriores, lo que se agradece ya que las bonitas imágenes y paisajes ayudan a contener un poco tanta depresión.

Al final, los personajes la pasan un poco menos mal, pero el espectador se sentirá bastante peor, sobre todo si piensa en lo que le costó la entrada para ver este flojo melodrama.