Dentro del cine, las historias sobre padres que atraviesan un duelo por la muerte de un hijo son más trilladas que las aventuras del Vengador Tóxico.
Desde la ganadora del Oscar, Gente común (1980), de Robert Redford, estos relatos se contaron infinidades de veces con el correr de los años.
Sin ir más lejos, hace poco se estrenó el film Prueba de amor, con Susan Sarandon y Pierce Brosnan, un bodrio manipulador totalmente olvidable, que buscaba la lágrima fácil del espectador a cualquier costo y estaba relacionado con este tema.
Esta producción de Nicole Kidman que llega esta semana a los cines es el caso opuesto.
El Laberinto es por lejos el mejor drama que tocó este tipo de conflicto desde La habitación del hijo, una gran película del director italiano Nanni Moretti estrenada hace unos años.
La película sobresale por la honestidad, espontaneidad y realismo con el que se toca el tema y un trabajo inolvidable de sus protagonistas.
La dirección corrió por cuenta de John Cameron Mitchell, el creador de ese gran y bizarro musical que fue Hedwig and the Angry Inch, cuya versión cinematográfica se estrenó hace unos años en Argentina.
Su nuevo trabajo es una adaptación de la obra de teatro “Rabbit Hole” de David Lindsay Abaire y narra la vida cotidiana y el proceso de duelo de un matrimonio que meses atrás perdió a su hijo de cuatro años.
El film aborda cómo los protagonistas intentan reconstruir de cero sus vidas luego de un golpe terrible. Lejos de ser una película deprimente y contra todos los pronósticos El Laberinto sorprende por la manera en que trabajó el humor dentro de una temática muy difícil de desarrollar, ya que en principio el conflicto no da para ningún tipo de chistes.
Sin embargo, a veces el humor como se demuestra en esta producción es un vía de escape para hacer llevadera situaciones muy dolorosas.
Aaron Eckhart y Sandra Ho comparten una escena desopilante que es más graciosa que los 90 minutos que dura ¿Qué pasó ayer? parte 2 y funciona a la perfección en el contexto de la historia.
Momentos como ese son lo que hacen especial a esta película. El laberinto no busca deprimir gratuitamente al espectador como las repetitivas películas de Alejandro Gonzáles Iñárritu que intentan ser profundas de la manera más burda posible.
Acá todos los personajes son desarrollados de un modo realista y la empatía que se genera con ellos es automática, porque como espectador te podés conectar con las experiencias que atraviesan.
En uno de los mejores trabajos de su carrera, Nicole Kidman interpreta a una mujer
que prácticamente está muerta en vida y busca la manera de hallar una salida de ese laberinto de emociones en el que se encuentra atascada. En ese sentido la traducción del título (Rabbit Hole) no podía haber sido más acertada.
Por otra parte, Eckhart representa la cara opuesta de esa situación. Es un hombre que socialmente puede manejarse mejor con sus obligaciones, pero en la intimidad cuando está solo vive un infierno por la perdida de su hijo.
Es una pena que Eckhart no fuera reconocido por la Academia de Hollywood por este trabajo, ya que nunca se lució tanto en un rol dramático como en este film.
El laberinto a larga es la lucha de una pareja por reconstruir su vida otra vez luego de una perdida irreparable.
Lo mejor de este trabajo de Mitchell es que sin caer en golpes bajos ni escenas manipuladoras brindó un film auténtico que logra conectar al espectador con el corazón de estos personajes.
Una gran película que merece su recomendación.