El amor y el espanto
Lo que sucede en una joven pareja luego de la muerte su único hijo es el desencadenante de la nueva realización de John Cameron Mitchell, El laberinto (Rabbit Hole, 2010). Al igual que lo hiciera en sus películas anteriores, el director se corre de todo lo previsible para mostrar el otro lado del dolor y el amor.
El matrimonio de Becca y Howie Corbett (magistralmente interpretados por Nicole Kidman y Aaron Eckhart) intenta volver a los causes de una vida aparentemente normal tras la repentina muerte, a raíz de un accidente automovilístico, de su pequeño hijo de cuatro años ocurrido ocho meses atrás. Ambos creen que la felicidad ya no les pertenece a pesar de que harán lo posible para demostrar(se) lo contrario.
El laberinto (título con el que se estrena en Argentina) es una metáfora del dolor que causa la pérdida de un ser querido y cómo se hace para seguir viviendo con ese sufrimiento. John Cameron Mitchell construye el relato con un tono melodramático que remite a los años 50, donde el ámbito y los personajes que rodean al dúo protagónico parecieran ponerlo a prueba constantemente. Becca no acepta que su madre compare la muerte del niño con la del hijo de ésta, no soporta que su hermana haya quedado embarazada ni la terapia de grupo ni sus asistentes. Su manera de aliviar el dolor es deshaciéndose de todo aquello que le recuerde a su hijo, pero en reverso entabla una relación con quien fue el causal de la muerte. Por su parte, Howie hace todo lo contrario. Aunque mientras ellos no acepten la muerte y la pérdida todo cambio externo será en vano. Eso es lo que Cameron Mitchell deja bien en claro en cada una de las situaciones a las que somete a sus personajes y en paralelo al espectador.
Una variación interesante que la historia propone es el vínculo que establece el matrimonio con el responsable de la muerte del hijo, un joven adolescente al que no le cabe culpa alguna y que, contrariamente a lo que suele suceder, ellos no acusan. La naturaleza humana tiende como mecanismo de defensa a manifestar un estado de odio sobre el causante del hecho y de esa forma deshacerse de la culpa que le perteneciese. El laberinto explora otro costado poniendo en el lugar de víctima al victimario, lo que en él sucede tras el accidente y el vínculo que establece con la familia. El lado B de una historia que habitualmente se expresa a través de la venganza y que en este caso se muestra desde el lugar del vacío del que no está y cómo cada uno intenta llenarlo.
John Cameron Mitchell vuelve a transgredur lo políticamente correcto, tal como hiciera en Hedwig y the Angry Inch (2001) y Shorbus (2006). Mientras en su búsqueda anterior el sexo parecía ser su caballito de batalla para hablar de ciertos temas existenciales y políticos ahora lo hace a través de la muerte pero desde el lugar de los que aún siguen embarcados en la vida presente. Soberbia clase sobre la catarsis del dolor en pos del amor.