La tristeza sin salida
Cuando pensamos en el dolor más insuperable que padecen los seres humanos, sin vacilar hablamos de muerte. Nosotros, los mortales que parecemos tener todo bajo control, que creemos dominar incluso a la naturaleza, vivimos amenazados por esa enemiga imposible de enfrentar, la muerte. Y, por supuesto, no es una temática menor dentro del séptimo arte, que ha sido tratada desde montones de ángulos: tomándola con humor (valga como ejemplo el genial Woody Allen, o la obra magnífica de Frank Oz, Muerte en un funeral), ahondando en la gran cuota enigmática que siempre la rodeó (el último trabajo de Clint Eastwood, Más allá de la vida), como excusa y temática para muchísimos films de terror (sobre todo el terror oriental) o, lo más clásico, haciendo hincapié en el nivel de dramatismo que los occidentales nos ocupamos de asignarle a la muerte. Rabbit Hole (John Cameron Mitchell, 2010) trata justamente la temática de la muerte desde quienes han perdido a un ser querido y cómo deben convivir con esa pérdida.
Rabbit Hole nos trae la historia de una pareja, Becca (Nicole Kidman) y Howie (Aaron Eckhart) que pierden a su único hijo, cuando accidentalmente un joven lo atropella en un auto. A partir de esto, la pareja se desestabiliza, mientras cada uno de ellos hace su propio proceso, al mismo tiempo que sus relaciones en general se vuelven conflictivas. Y dentro de las formas que Becca encuentra para ahogar el dolor es contactarse con Jason (Miles Teller) el chico que atropelló a su hijo.
Pensando a la muerte como aquel túnel sin salida, que nos atrapa y asfixia, el film se desarrolla mostrándonos el pozo en el que cada personaje está viviendo a partir de la muerte. Nicole Kidman en una actuación ilustre, con las emociones todo el tiempo a flor de piel, va dibujando el carácter de una madre ya casi sin vida, totalmente opacada y que da la sensación de estar buscando siempre algo y al momento, caer en la cuenta de que no hay nada. Por su parte, Aaron Eckhart encarna a un padre que no sólo pelea por superar la enorme pérdida sino que intenta “rescatar” del pozo a su mujer que cada vez lo ignora más, mostrando también una actuación sumamente emocional y sincera. Entonces, podemos decir que es la figura de la muerte la que desestabiliza elementos que se mantienen equilibrados sólo por la vida, en este caso la familia, la integridad emocional. El hijo nunca aparece en la película, sino que ésta se inicia cuando la muerte ya se ha dado, incluso ya hace algunos meses. Es decir, se está reparando en aquello que el fallecimiento de un ser deja en quienes siguen viviendo, en cómo la vida se ve obstaculizada por la muerte; aquella fuerza mayor que termina por destruir no sólo lo que se lleva sino también lo que deja.
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Resulta interesante observar cómo Becca necesita distraerse de la situación que le ha tocado vivir y cómo establece relaciones críticas con todo lo que la rodea. Creo que la psicología de este personaje llega a estar perfectamente lograda y muy acertadamente interpretada por la bella actriz. Mientras pretende seguir el curso normal de su vida como careta ante el mundo, busca deshacerse de las pertenencias del difunto niño o eliminar todo objeto que lo represente, incluso su casa; intentado un despojo total de aquello que recuerde a su hijo. Pero dentro de estos mecanismos, Becca entabla una relación secreta con el joven que conducía el auto que mató a su hijo, y es con él y en el parque (su lugar de reunión) donde más tranquilidad y alivio logra encontrar.
Por último puedo decir que Rabbit Hole, en mi opinión, cubre muchas expectativas, aunque no todas, sobre todo por su lentísimo ritmo narrativo. Con una estética bellísima, con actores fluidos, naturales y compenetrados en un papel, con una historia simple pero honda, la película me ha dejado pensando durante algunos días, con una sensación amarga y dulce a la vez. Temática ya vista, argumento casi aburrido, Rabbit Hole logra mantener emociones fuertísimas desde estos clichés, justamente porque no hay que exigirle una gran historia ya que lo que se pretende es el retrato de los sentimientos más hondos en dos vidas y se logra a la perfección. Una visión de la muerte muy realista que nos lleva a pensar qué lugar tan débil el nuestro, que nuestra estabilidad en vida depende en sí de la vida de los otros.