Drama romántico con desequilibrios
Este nuevo film del realizador David O. Russell, cuyo trabajo anterior El Luchador (The Fighter) logró siete nominaciones al Oscar 2011, entre ellas, las de mejor película y dirección, llega a nuestras pantallas como una de las protagonistas de los Oscar 2013, con ocho nominaciones de la Academia, un Globo de Oro por la actuación de Jennifer Lawrence, Premio del Público en el Festival Internacional de Cine de Toronto, cuatro estatuillas de los Critics Choice y una promoción que no tiene reparos en calificarla como la película del año.
En este contexto se enmarca esta adaptación cinematográfica de la novela “Silver Linings Playbook” de Matthew Quick, que en una especie de comedia romántica con tintes dramáticos propone reflexionar sobre los desórdenes y obsesiones de gente normal a la vez que critica una sociedad norteamericana donde todo es un juego plausible de apostar.
La historia se centra en Pat (Bradley Cooper), que tras pasar ocho meses en una institución mental diagnosticado con trastorno bipolar, vuelve a vivir en casa de sus padres sin estar del todo curado pero retirado por su madre para que se reintegre nuevamente con el mundo.
Decidido a reconstruir su vida y obsesionado por recuperar a su ex-mujer, a pesar de las difíciles circunstancias en que se separaron, se topará con Tiffany (Jennifer Lawrence), una vecina más desequilibrada que el propio protagonista y con mala fama que intenta superar la muerte de su esposo y en quien encontrará su verdadero amor.
Una clásica historia romántica que intenta marcar la diferencia a través de un abanico de personajes secundarios supuestamente cuerdos (su amigo, asfixiado por un estilo de vida que a duras penas puede mantener, su hermano, que sistemáticamente trata de sobresalir por encima de él, su propio padre, un supersticioso con trastorno obsesivo-compulsivo o una madre sobreprotectora), y otros no tanto como el compañero de Pat, un maníaco compulsivo que no se cansa de escapar del psiquiátrico, y que se sustenta en las buenas actuaciones y diálogos inteligentes que aportan ciertas dosis de humor, sin abandonar los problemas y ansiedades de sus personajes.
Pero lo que comienza como un intenso drama familiar con desequilibrios más emocionales que mentales poco a poco se va desviando hacía una comedia romántica con las previsibilidades del género, lo que da lugar a que se destaquen los actores de reparto, pero encamina el relato hacia un final previsible y clásico.
Resulta interesante la propuesta estética, a través de una fotografía sin grandes aditamentos y una puesta en escena, que comienza combinando la cámara en mano, travellings y planos giratorios que dan cierto dinamismo a la vez que permiten adentrarse en el conflicto de los personajes y sus incisivos diálogos, para luego, promediando la mitad del film hacerse más convencional y dar lugar al sentimentalismo de manual.
El drama de la locura no prospera y lo que atrapa al espectador durante la primera hora comienza a perder fuerza, sin por ello decaer la atención del espectador, que en virtud de un preciso guión, buenas interpretaciones, una importante banda sonora a cargo del gran Danny Elfman y un director que domina muy bien los rasgos del género, termina complaciéndose con un final a todo baile que recuerda en algún punto a aquel ¿Bailamos? (Shall We Dance?) con Richard Gere y Jennifer Lopez.
Es para destacar el trabajo de todo el reparto. Pero es en este punto que disiento de algún modo con las grandes expectativas generadas. Tanto Bradley Cooper como Jennifer Lawrence encarnan dos papeles muy complejos y bien resueltos. Pero no percibí que la actuación de Cooper diste mucho de la lograda en Sin límites (Limitless), dando vida a un escritor que gracias a un droga aprovechaba todos y cada uno de los impulsos nerviosos de su cerebro.
Si justifico la nominación de Jennifer Lawrence, quien ya tiene una nominación al Oscar por Lazos de sangre (Winter's Bone), y que debe encarnar a esa joven viuda que lidia con la naturaleza impredecible de Pat y sus propios desequilibrios. Su mirada, sus gestos y sus arrebatos de ira, incluso en una misma escena, valen su nominación.
Robert De Niro, uno de esos actores que su sola presencia garantiza el disfrute de un personaje, lleva adelante una meritoria actuación, pero no más que aquella realizada en films como Todos están bien (Everybody's Fine) donde encarnaba a un jubilado y reciente viudo que decide ir en busca de su familia para terminar descubriendo una realidad desconocida.
El lado luminoso de la vida es un film que no me dejo grandes imágenes para el recuerdo, pero si podría encolumnarlo junto a buenos títulos como Pequeña Miss Sunshine o La joven vida de Juno. Con un número de nominaciones a los Oscar (8 en total), algo excesivo a mi parecer y con un final que encaja con los tópicos pero no convence. Como si la locura se curara por amor.