Comedia simpática y algo sobrevalorada
Entretenida, bien actuada, previsible, quizá lo malo de esta comedia sea el peso de sus ocho candidaturas al próximo Oscar. La obra tiene sus méritos pero no es para tanto. Ahora, quien solo vaya a pasar un rato ameno viendo cómo el hijo loco de una familia de locos entra en amores con una loca, no digamos que lo pasará de locura ni mucho menos pero no se sentirá tan defraudado.
La historia es sencilla. Un tipo tuvo severo raye cuando descubrió a su esposa muy dedicada al arte de tirar la chancleta. Ahora sale del psiquiátrico, se instala en casa de los padres (que tienen sus propios rayes), se aflige por la ex, y una gente amiga le presenta una opción más acorde a su actual estado mental. Y sucede lo imaginable. Que me das idea, que no quiero verte, que cuándo nos vemos, que quién sos, que no soy nada sin vos. Que se arreglen. Pero el elenco es bueno, sobre todo Robert De Niro (el padre) y Jennifer Lawrence. Bradley Cooper no actúa mal, pero, la verdad, a veces dan ganas de encajarle la medicación a la fuerza y que se calle de una vez.
Según dicen quienes dicen saber de psiquiatría, él representa a un bipolar mayormente hiperactivo, con un padre jugador obsesivo compulsivo y una candidata neurótica, divagante y medio sexópata. Y no sabemos lo que dirá el psiquiatra del director, pero la película parece medio neurótica. Da para cómica, amaga ser dramática, pasa a comedia excéntrica, y acaba manoteando un final de film romántico donde toda chifladura se alivia con un cambio de actitud y dos almas enamoradas. En ese sentido, no resiste la comparación con «Mejor imposible», «Así habla el amor», la tierna «Corazones en conflicto» («Benny & Joon») ni con otras veinte mejores. Pero se pasa el rato.
El autor es David Owen Russell, venerado por los snobs desde aquella película de soldados estadounidenses en Afganistán llamada «Tres reyes», que era menos que «El botín de los valientes». Al hombre lo asocian con Wes Anderson y Alexander Payne, y le va bien, tanto que los todopoderosos hermanos Weinstein vieron el filón, uno de ellos acá hizo de productor ejecutivo y el otro está ahora haciendo lobby entre los votantes de la Academia. Veremos qué pasa.