La historia de Alejandro Bordón parece increíble pero es real: acusado de un crimen que no cometió, pasó casi dos años preso y se vio obligado a rehacer su vida después de esa larga pesadilla que sintetiza ferozmente las peores miserias de la Justicia argentina. Víctima de una causa armada por policías y fiscales, este trabajador aeroportuario se vio envuelto en una trama macabra: el asesinato en Monte Chingolo de Juan Alberto Núñez, chofer de la línea de colectivos 524, que nunca fue esclarecido.
Este documental reconstruye su calvario y el de su familia a través de material de archivo, su propio testimonio -complementado por el de su pareja, Susana Fleitas, que peleó con mucha templanza por la verdad, y el de su abogado, Eduardo Soares, otro protagonista importante del relato- y una dramatización con actores focalizada en aumentar el impacto de un suceso ocurrido hace ya diez años pero que en la Argentina no es para nada excepcional.
Todo lo que cuenta la película provoca escalofríos, incluso el dato que esgrime el film sobre quien era por entonces el jefe de la departamental de Lanús, el comisario Guillermo Britos, sobre el que afirman los realizadores que fue quien propagó la hipótesis falsa. Britos fue luego elegido diputado provincial y llegó a la intendencia de Chivilcoy, el corolario angustiante de una oscura conspiración.