Quienes descubrimos al señor Jeremy Renner en “Vivir al límite” nos dimos cuenta de que teníamos un nuevo buen actor físico, de esos que actúan con todo el cuerpo y saben hacer con él drama o comedia. No es un arte fácil y solo pertenece al cine. “Atracción peligrosa”, la cuarta “Misión imposible” y “Los vengadores” lo vienen demostrando. En este nuevo, Bourne es el protagonista y, además de pelear con peligros sin cuento y utilizar todo tipo de armas y golpes tratando de sobrevivir a una conjura de espías, tiene que luchar contra el director Tony Gilroy, que es uno de los guionistas más dotados de Hollywood y uno de sus directores menos atractivos (lo demuestran Michael Clayton y “Duplicity”, donde desperdicia a George Clooney, Julia Roberts y Clive Owen). Lo peor del film es su narración pretendidamente barroca –vueltas de tuerca mediante, igual nada novedoso– y las escenas de acción filmadas a reglamento.
Pero si no es una película más, si incluso es un film recomendable, es porque el combate entre el actor y el escritor/director lo gana el primero. A este nuevo espía, condenado a su pesar, lo sentimos al mismo tiempo potencialmente invencible y siempre en riesgo de muerte, en un raro equilibrio que mantiene hasta el final la tensión de la historia. El señor Jeremy Renner va camino a convertirse en un clásico y esta película es una prueba de que, además, puede sostener sin esfuerzo un protagónico.