El Legado de Bourne, su estigma
A yankeelandia le encantó encontrar en Jason Bourne un gran espía que estuviese a la altura del británico James Bond. Basado en los libros de Robert Ludlum, desde el 2002 hasta el 2007 pudimos ver como Jason Bourne y sus tres películas, “The Bourne Identity” (2002), “The Bourne Supremacy” (2004) y “The Bourne Ultimatum” (2007) se apoderaban del género de acción, con un personaje que se desprendía de la imperfección de clásicos como James Bond o Ethan Hunt (Mision Imposible).
Después de que las tres películas recaudaran cerca de mil millones de dólares a nivel mundial, era de esperarse que la productora Universal Pictures estuviera dispuesta a llevar al cine una cuarta aventura de Bourne. Todo indicaba que Matt Damon volvería al personaje y que Paul Greengrass volvería a dirigir, hasta que este se retractó y Damon no quiso trabajar bajo otra dirección que no fuese de Greengrass (The Bourne Supremacy y Ultimatum) o la de Doug Liman (The Bourne Identity). Tony Gilroy, quien fue el guionista de todas las películas de Bourne y se introdujo en el arte de la dirección con la obra maestra que resultó ser Michael Clayton, aceptó el reto de hacer una cuarta de Bourne.
El problema es que Cross necesita de las drogas que le suministraban para rendir al máximo. Su única solución es reunirse con la doctora Martha Shearing (la bellísima Rachel Weisz), quién se encargaba de los estudios a los agentes de Outcome, y que casualmente sobrevivió a una masacre intencional en su laboratorio. Ambos tendrán que huir de las constantes amenazas de sus ex jefes, quienes están al mando del vil y brillante Edward Norton.
Cuando uno se topa con secuelas, precuelas, o en este caso, un spin off (historia paralela), es difícil no tratar de comparar las historias previas con la actual. El peso sobre los hombros de Tony Gilroy y Jeremy Renner es inmenso, por este “legado” que la historia de Jason Bourne dejó en los géneros del espionaje y la acción.
El personaje de Renner logra diferenciarse del personaje de Bourne, logrando que Cross sea un agente más tajante, rápido, calculador y sumamente frio. Se nota que la acción es lo que mejor le sienta y que con ella se siente cómodo. Por otra parte, se puede decir que Gilroy no convierte al film en algo propio, dado que no agrega nada nuevo a las anteriores películas de Greengrass y Liman. Esto no significa que sea malo, sino que el director apuesta a lo seguro. Pocas explosiones, buenos excesos de cámara en mano, ausencia de armas descomunales, peleas sumamente coreografiadas y muchas escenas de acción, que hacia el final, se tornan aburridas por la inverosimilitud de las mismas, que tira por la borda la lógica de lo que se mostró con Jason Bourne.
No es que las anteriores de Bourne hayan sido muy lógicas en el tratamiento de los sucesos más elocuentes; pero se supone que Cross es un agente mejor preparado que Bourne, y sin embargo deja muchos cabos sueltos en el transcurso de la historia, los cuales Jason Bourne no se hubiese permitido. Además, el guión de Gilroy da mucha vuelta y mucha explicación para llegar a los eventos claves, y por momentos se torna lenta narrativamente, tornándose casi aburrida.
Renner y Weisz tienen muy buena química y dentro de la primera hora, la historia que desarrollan funciona dentro de lo que sería la lógica del agente; pero otra vez, si se compara con la lógica de las películas de Jason Bourne, las decisiones de Aaron Cross no tienen mucho sentido. Jeremy Renner es quien queda mejor parado en la película, porque termina por probar que es un verdadero héroe de la acción con los nervios camuflados, que sabe cómo construir a sus personajes con mucha credibilidad.
En definitiva, “El Legado de Bourne” funciona muy bien como un thriller de espionaje en donde abunda la acción de buena calidad, pero su legado, el legado que Bourne nos dejó, se convierte en el estigma del film por romper con los códigos de sentido común que tenían las películas de Matt Damon. No sé siente que el film está relacionado con Jason Bourne hasta que se lo nombra, o hasta que en el final, “Extreme Ways” de Moby, el tema característico del personaje, comienza a sonar.