La reina ha muerto
Son tiempos difíciles para los Graham. La madre de Annie (Toni Collette), abuela y matriarca, ha fallecido. La relación entre ambas no era la mejor, pero Annie se ve profundamente afectada por la partida de esta mujer reservada y de carácter dominante.
Annie es una artista dedicada al modelismo, se desempeña realizando miniaturas de hogares en los que representa diferentes situaciones. Quizás reemplazando el hogar que nunca tuvo.
Los plazos para una exposición de su obra la apuran, y a las obligaciones familiares se le suma esta trágica noticia que la coloca en un colapso en el cual se sentirá incomprendida, aún por su esposo (Gabriel Byrne).
El legado del diablo, de Ari Aster (quien ya había cobrado relevancia con su cortometraje The Strange Thing About the Johnsons en 2011), tiene la facultad de poder ser apreciada como un drama intimista sobre las pérdidas y reconciliaciones familiares una vez que el ser querido cruzó el umbral.
No es atípico encontrarnos con películas de terror con pinceladas dramáticas, o incluso viceversa. Lo llamativo de la obra de Aster es el balance exacto entre ambos, entre la introspección y el real espanto.
Annie casi no se hablaba con su madre, determinadas circunstancias la habían llevado a mantener una prudencial distancia, pero su partida la siente como un hecho doloroso que hará rever más de una de sus seguridades, aunque quizás no las usuales.
Todo queda en familia
Annie tiene dos hijos, Charlie (Milly Shapiro) y Peter (Alex Wolf), con los que intenta ser mejor madre de lo que sufrió ella. Esa figura siempre está presente aunque ya no esté, y será crucial en la historia de El legado del diablo.
Tras la muerte de su abuela, la introvertida Charlie comenzará a tener un comportamiento errático, lo que alertará aún más a Annie. Lo que ella no sabe es que su hijo mayor también está viviendo situaciones particulares.
Con la aparición de Joan (Ann Dowd), una mujer que también sufrió una pérdida y que se presenta ante Annie cuando acude a un grupo de autoayuda, parece encontrarse una salida a tanto dolor. Joan le revela que puede tener la facultad de contactarse con los muertos.
Aster se mete de lleno en los vericuetos de un drama familiar, y en los muy bien aprovechados 127 minutos de El legado del diablo se tomará su tiempo para presentar a los personajes y al conflicto de una manera muy compenetrada. No será difícil sentir el colapso que atraviesa Annie y comprender su fragilidad emocional.
Pero también Aster juega a los laberintos y cajas chinas. El legado del diablo ofrece muchísimos giros, vueltas y secretos en su argumento, que pueden tanto sorprender como desorientar al espectador.
Cuando finalmente las cartas estén echadas, estemos bien metidos dentro de su compleja historia y comiencen a cerrarse los círculos, prepárense. Porque lo que Ari Aster nos tiene preparado es un plato bien fuerte.
Aquí vive el horror
En un crescendo permanente el realizador va cambiando las reglas y paulatinamente nos introduciremos dentro del horror, que en su última media hora se convertirá en un verdadero frenesí terrorífico lleno de sobresaltos y pavores con imágenes y sonidos difíciles de olvidar.
El director deja a trasluz cuáles son sus referencias, y está claro que no se anduvo con chiquitas.
Si bien se trata de una película no demasiado ambiciosa en su armado, sí lo es en los conceptos que plantea, regresando a la idea de un terror clásico, artesanal, ligado a lo emocional.
Títulos como El bebé de Rosemary y La novena puerta de Roman Polansky, o La Bruja de Robert Eggers, vendrán inmediatamente a nuestra cabeza. Aster maneja magistralmente los elementos que tiene, y si entramos en su juego estaremos aferrados a la butaca atentos a todo lo que sucederá.
También es válido aclarar que El legado del diablo no es una película sencilla: aquellos que busquen algo más tradicional pueden sentirse decepcionados.
Byrne, Wolf, Dowd, y Shapiro aportan lo necesario a sus personajes de un modo más que correcto, pero quien brilla una vez más es Toni Collette descubriendo que el terror también es lo suyo.
Annie sufre con todo su cuerpo y su ser; Collette la atraviesa como una mujer al borde de una crisis nerviosa existencial. La referencia más cercana será Shelley Duvall en El resplandor.
Conclusión
El legado del diablo es una joya del cine artesanal que conjuga el terror con el drama; maneja elementos propios del cine más clásico para introducirnos dentro de una historia que no es lo que parece. Aquellos que acepten el desafío pueden descubrir la posibilidad de un nuevo clásico instantáneo del género.