SORPRESAS A MEDIO CAMINO
Es un grosero error pensar en El legado del Diablo como la nueva El exorcista, no sólo por su temática diferente sino porque el clima conseguido en el film de los 70’ aún no es superado por nuevas propuestas como la presente. Sin embargo, Hereditary -su título original, que al menos parece no revelar tanta información- se las trae con una correcta ambientación de terror psicológico.
La crítica y muchos fans del horror quedaron a sus pies desde su estreno en el Festival de Sundance, donde dicen que algunos despavoridos de miedo abandonaban la sala. Pero ante tantas flores, creo que a falta de buenas películas del género en el circuito comercial, muchos enloquecen con que El legado del Diablo sea la “propuesta” ignorando films de mayor efectividad que no corrieron la misma suerte de marketing.
A favor de esta historia basada en un drama familiar donde mamá, papá, hijo adolescente e hija pequeña -de aspecto y desenvolvimiento extraño- atraviesan la muerte de la abuela de la casa, se deba a que su tráiler nos vende otro relato totalmente diferente al que vamos a ver. Ese punto estratégico y acertado, que cumple su inesperado giro al pasar los 30 minutos, es considerado de lo más logrado en este debut de Ari Aster, quien buscó inquietar en todos los aspectos. Como espectadores esa vuelta de tuerca nos descoloca en buen sentido y nos comienza adentrar en esa construcción progresiva hacia el horror. Un horror que pretende desestabilizar la tranquilidad cotidiana en ese hogar.
Y es que el director dice haber tomado ciertos momentos de su vida para construir esta historia maligna, algo que también se vio reflejado en sus raros cortometrajes que son dignos de visitar en la web. Lo que parecía una historia clásica de terror con un caserón en el medio del bosque alejado de todo, y sumado a esa niña extrañísima de fisonomía que es perseguida por espectros fantasmales, muta a la máxima paranoia en los otros miembros familiares. Serán los responsables -por maldito destino- de descubrir el malicioso pasado de la difunta anciana. Y aquí se lleva todos los aplausos la australiana Toni Collette (Pequeña Miss Sunshine) en su soberbio papel de una madre incómoda al principio y desesperada luego por evitar más situaciones trágicas en su seno familiar. Y si bien Alex Wolff (Jumanji: bienvenidos a la jungla) está muy correcto como un adolescente tradicional que pasa a sufrir la mayor de las culpas, el caso del reconocido Gabriel Byrne (Estigma, Mundo Cool) está totalmente opacado en su rol de padre de turno. Tristemente de relleno.
Ese aire de El legado del Diablo se acerca más a los rituales satánicos de la excelente La bruja (de la misma productora indie A24) pero con cierto guiño narrativamente paranoico a lo El bebé de Rosemary o de espiritismo y tragedias explicitas de la trilogía La profecía. Por eso confirmamos una estética a film setentoso pero, de allí a El exorcista, dista mucho por más que Aster dio un buen puntapié a la seriedad del género en EE.UU. Sus contemporáneas más directas serán esa locura alegórica llamada ¡Madre!, de Darren Aranofsky, y la deliciosamente perturbadora El sacrificio del ciervo sagrado, del particular Yorgos Lanthimos.
Tal vez el film con los años se convierta en un clásico solemne de terror por su logro en generación de climas oscuros que se adentra a los más profundos misterios de la psiquis humana. Un mini Infierno dantesco que alcanza su esplendor -un poco ridículo- en sus minutos finales, pero que sin embargo construye durante el nudo narrativo laberintos espeluznantes con la información necesaria para seguirles de cerca la pista.
La poca explicitud en el terror es mostrado a través de los ojos de los integrantes que sortean esta tragedia griega -algo que es referencial en un pasaje escolar del profesor de literatura del chico-. Pero prepondera ese terror mental donde la imaginación de los espectadores, durante las escenas de poca profundidad de campo y máxima oscuridad, da rienda suelta a la más oscura imaginación. Allí reside el juego de Aster: jugar con lo que no vemos.
A destacar en la película, el uso de la profesión de Collete como minuciosa maquetista que comienza a obsesionarse metafóricamente con lo que ocurre en los distintos ambientes de su hogar. Un recurso excelentemente utilizado para pasar a la sofocante realidad familiar. Ellos son también parte de ese encierro, de ese legado maldito. También la poderosa y alarmante banda sonora de Colin Stetson.
Básicamente, El legado del Diablo es una correcta tesis visual en el género con destacados efectos de iluminación, cuidadoso uso de diseño de producción, efectivos movimientos de cámara y una alarmante banda sonora que deleitará a algunos, pero no contentará a todos ante tanta locura expuesta y hasta por cierta pizca de humor negro.