El cine documental, ese arte del presente
Hay diferentes caminos de enunciación y de argumentación en El legado estratégico de Juan Perón y no todos funcionan necesariamente bien. En esta nueva cruzada, el legendario director Fernando Pino Solanas propone una interpretación y actualización del famoso encuentro que tuvo con el general en su exilio junto a Octavio Getino y Gerardo Vallejo, y que sirvió como base para dos películas. También hace explícito el objetivo: rescatar el valioso material para que las nuevas generaciones puedan oír. Si bien hay una intencionalidad ética en el propósito, las vías que elige resultan un poco anquilosadas, más cercanas al museo en ciertos tramos, y encastradas en un tono didáctico que linda con lo básico. Esto es resultado de dos presupuestos: a los jóvenes de hoy se les debe hablar sencillo y fácil porque no leen historia; y Perón, al igual que los grandes enigmas nacionales, sigue siendo una figura clave para descubrir y para explicar el presente.
El primer nivel de enunciación obedece al uso de la voz en off musicalizada que acompaña las imágenes del director recorriendo los lugares por donde residió el líder justicialista. La semblanza trazada no escatima elogios y reconstruye una rápida biografía con sesgo nostálgico que no puede disimular la dosis de lamento en la descripción por un tiempo que pasó. Por momentos se habilita una dimensión fantasmal y es la propia voz de Perón la que llena el vacío de los objetos y los lugares a medida que Solanas los transita. El efecto no siempre garantiza buenos resultados. Menos, cuando se escoge la forzada recreación del rodaje de las películas en un acto autorreferencial no muy elegante.
Otro registro, probablemente el más jugoso, parte de los archivos inestimables del realizador. Audios, imágenes sin editar, fragmentos de películas constituyen una preciada fuente que permite acercarse al pensamiento de Perón, a la manera en que reconstruye la histórica formación del partido y hasta su visión sobre el medio ambiente que, en aquellos años, se adelantaba a planteos hoy de moda. Son los pasajes en los que el documental levanta porque es la voz misma del líder político y su testimonio lo que confiere peso argumentativo a lo que vemos y oímos sin necesidad de intermediarios exégetas. Esto contrasta con el tono didáctico que se imprime en las escenas en las que se ve a Solanas enseñándoles a unos jóvenes estudiantes Historia con sospechosa sencillez y simplificación. No hay diálogos, no hay discusión. Da la sensación de una voluntad mesiánica que instala el lugar de enunciación de un sabio incomprendido. Y si bien tiene todo el derecho por haber sido testigo directo y privilegiado del famoso encuentro, incurre en argumentos apresurados. Por ejemplo, no vacila en destacar que la democracia a partir de los noventa es una impostura y coloca a los diversos gobiernos en el mismo nivel como malentendidos del peronismo. Tal generalización parece remitir a su incierto presente político y le resta seriedad al proyecto en su conjunto. Solanas ha asumido hace varios lustros su condición de cruzado en la política y lo ha expresado en el cine. Sus documentales hablan de una mirada que no se resigna, que interroga, que escenifica el desastre de las políticas neoliberales, pero a veces comete el error de caer en la ingenuidad de que todo es únicamente producto de seres diabólicos que operan más allá de la conciencia ciudadana y descuida la responsabilidad civil y las contradicciones en las que incurre un pueblo para que las historias se repitan. Atribuir el fracaso del tercer mandato peronista y la siniestra presencia de López Rega a que “el viejo estaba cansado”, pese a reconocer que el partido se había dividido y burocratizado, es por lo menos discutible.
Otro eje es la manera en que el mismo Solanas funciona como especie de alter ego de Perón. Ya se ha hablado del parecido de su voz en reiteradas oportunidades. Aquí pone el cuerpo para invocar el del ausente interlocutor y muchas veces reproduce la mímica de sus palabras mientras da a conocer las grabaciones a los estudiantes. Ocupa el lugar del sabio que transmite su conocimiento y lectura de la historia a los jóvenes como alguna vez el general le dio consejos a ellos. Es decir, intenta reproducir los movimientos de un fantasma vigente, imitando mediuminicamente su locución y su pose. En medio de la proyección de la película en una sala, se interpone sobre la pantalla y cuenta una anécdota, como si su silueta se confundiera con la de Perón. En esa búsqueda, y a juzgar por el tono nostálgico del documental, Solanas también parece cansado y abre las puertas a las nuevas generaciones.