La mirada nostálgica
En 1968, cuando Fernando Solanas, Octavio Getino y Gerardo Vallejo se propusieron filmar la palabra de Perón, su imagen estaba proscripta desde la caída a manos del golpe militar, por lo cual el dueto fílmico surgido de ese rodaje en Puerta de Hierro –Perón: la revolución justicialista y Perón: Actualización política y doctrinaria para la toma del poder, culminadas en 1971– tuvo un sentido poco menos que subversivo, exhibiéndose de modo semiclandestino. Cuarenta y cinco años más tarde y luego de que el oleaje de la historia argentina fue, vino, golpeó y dejó tendales de restos en la orilla, un Solanas octogenario vuelve sobre aquel par de films, en la convicción de que Perón tiene aún mucho para decirle a nuevas generaciones, que tal vez oyeron hablar de él menos de lo que lo oyeron (o leyeron) hablar a él.Los documentales de Solanas siempre tuvieron un carácter político urgente, de llamado implícito a la acción (no se incluye a La hora de los hornos, film-ensayo de agitación y propaganda, cuyo llamado era explícito), ya se tratara del tándem de Perón como de los que realizó durante este siglo, desde Memoria del saqueo (2004) hasta La guerra del fracking (2013). En ellos, o bien era el primero en abordar un período o tema entero de la historia (la restauración neoliberal de los 90 en Memoria...; las potencias no desarrolladas en La dignidad de los nadies, 2005, y La Argentina latente, 2007) o se concentraba en una cuestión de importancia para el desarrollo postergado del país (el estado de la red ferrocarrilera en La próxima estación, 2008, la explotación minera y petrolera en las dos partes de Tierra sublevada, 2009 y 2011, la minería a cielo abierto en La guerra...).El legado... es el primer documental nostálgico de Pino Solanas. El primero que mira hacia atrás, que vuelve sobre la propia obra, que pisa el mundo de los muertos, el primero en el que Solanas camina, meditabundo, entre espacios vacíos, llenos de sombra. Dedicado a sus fallecidos compañeros del Grupo Cine Liberación, Getino y Vallejo, en El legado recuerda el rodaje de aquellos documentales. Consciente de que toda evocación cinematográfica debe acontecer en un espacio físico, y sin la posibilidad de volver a aquel predio madrileño, Solanas elige la quinta de San Vicente, donde el general pasaba sus fines de semana y que es museo y mausoleo dedicados a su memoria, además de contener sus restos. Más pasto para la nostalgia.Allí va el realizador con un grupo de discípulos, para filmarse en las instalaciones semivacías de la quinta, estableciendo diálogos en dos sentidos. Por un lado recuerda a Perón, en su discurso público y en el detrás de cámara. Por otro, transmite a sus alumnos, como lo haría un intérprete con las palabras del profeta, el mensaje. Solanas parece haber dudado en qué forma darle a El legado, eligiendo un poco de varias: la síntesis, reiterando fragmentos –esos en los que Perón mostraba sus cualidades de estratega, detrás de su escritorio–, el documental tradicional –repasando la historia del peronismo, con imágenes vistas en más de una ocasión–, la paráfrasis –echando luz sobre cuestiones en las que Perón aparece como un adelantado, como sus advertencias ecológicas–, el comentario personal -–sobre su visión estratégica, la tercera posición, la relación con el capital, el desarrollo de la industria pesada– y hasta el chisme sabroso: un comentario sobre López Rega diciendo que lo prefiere sobre algún otro “servicio” porque puede controlarlo, y otro sobre por qué le pidió a la multitud el 17 de octubre que cantara el himno.En El legado lo trillado coexiste con lo hasta ahora ignorado. La interpretación novedosa, con el lugar común. Lo museístico con lo vigente, lo autorreferencial con un metatexto algo forzado (las escenas de producción de la película) y lo inesperado (las citas de Perón a Confucio) con lo ligeramente descabellado (la idea de que la muerte de Perón “fue producto del Plan Cóndor”). Tal vez hubiera sido preferible focalizar sobre un punto y desarrollarlo a fondo, como hizo Solanas en documentales más recientes, fundamentadas denuncias del modelo de explotación del suelo. De ese modo Perón hubiera vuelto a hablar para el futuro, como lo hizo a fines de los 60, en lugar de ser evocado nostálgicamente.