En la primavera de 1971, Pino Solanas viajó a Puerta de Hierro para entrevistar a Perón durante su exilio madrileño. La visita, junto a un equipo de producción, tenía por objetivo filmar a Perón narrando su vida, sus años en el poder y en el exilio, para mostrar el resultado entre sus seguidores. Un documental clandestino, valga la paradoja, acerca del político más amado, odiado y controvertido en la historia del país. Solanas trabajó con el corsé de José López Rega, el infame secretario del General en el exilio, quien se atribuyó la facultad de supervisar todo el trabajo de filmación. Solanas pudo sortear ese obstáculo, pero tampoco dio forma al documental, que se conservó en su colección privada en la forma de latas y casetes. El legado estratégico de Juan Perón, título formal del trabajo, es su puesta al día con el proyecto trunco. Solanas hace un reenactment, una recomposición de lugar, de aquella serie de encuentros. En lugar de la residencia madrileña, el director de Sur trasladó a su nuevo equipo de filmación a la antigua residencia de Perón y Evita en San Vicente; por los bosquecitos donde Perón tuvo su jardín botánico, Pino y sus asistentes se mueven en fila india, mezclando sus recuerdos en voz en off con declaraciones del mítico líder. O se sienta en uno de los mullidos sillones del living, y asiente a la reproducción de anécdotas. Más allá de la conveniencia de la teatralización, esta suerte de Frankenstein de lo que no fue es sumamente interesante, por la vigencia y la premonición de muchos testimonios a la luz del tiempo. El legado no sólo cierra una deuda pendiente del director: la cierra exitosamente.