El multifacético artista Rodrigo Demirjian tuvo que viajar a Buenos Aires desde Madrid, donde vive hace casi dos décadas, por un motivo por el que a nadie querría hacerlo: la muerte de su padre, el pintor neofigurativo Jorge Demirjian. Si bien su relación no era fluida, la visita es un disparador de recuerdos y reflexiones sobre aquella figura para él ambigua. Una relación que Demirjian intenta reconstruir viendo qué hacer con un inmenso legado integrado por unas 2.000 obras que descansan en el taller.
El legado muestra a ese hijo reencontrándose con cuadros y dibujos y, con ellos, con la ahora fantasmal presencia de un padre con quien tenía más diferencias que puntos en común. A medida que va adentrándose en su obra, afloran recuerdos, anécdotas y sensaciones contradictorias ante la materialización del pasado.
Vista en una de las secciones paralelas del último BAFICI, este documental íntimo y personal combina entrevistas, imágenes de archivo y escenas de la vida del realizador, como si a través de ellas quisiera comprender los mecanismos emotivos de Jorge. Con un tono amable y liviano a pesar de lo doloroso de su premisa, la película se erige como una inteligente reflexión acerca de las relaciones filiales, así como también de la que se conforma entre un artista y su obra. Un artista que, quizás, de esta forma pueda entregar las respuestas que no pudo en vida.